martes, 29 de septiembre de 2009

La torre

Érase una vez una inmensa torre blanca, construida en tiempos inmemoriales para perdurar en la existencia.
Blanca y altiva permanecía en actitud de contemplación rasgando toda coherencia arquitectónica. Y esto se puede decir con firmeza pues no tenía la forma típica de alguna torre que ustedes lectores puedan evocar en sus recuerdos (¿), pero tal vez sí en su imaginación.
Ésta era cilíndrica, pero su perfección alrededor de los trecientos sesenta grados ascendentes era deslumbrante. No poseía un ápice de hendidura, ningún rasguñó delator de alguna distracción en los constructores, y todo esto que les relato se vuelve importante, ya que esta inmensa torre tampoco poseía ninguna ventana, puerta o ninguna clase de entrada o salida. A esto súmele algunos detalles más y ahora la cosa se vuelve además interesante.
Esta torre era en su interior todo un universo, era todo el mundo conocido por sus habitantes. Estos iban y venían en su interior sin siquiera sospechar qué podía encontrarse fuera de su atalaya, a veces pienso que tampoco querrían saberlo.
La mayoría iba y venía a su gusto recorriendo los espacios vacíos entre sus ciudades color avellana, estas ciudades suyas tenían formas bastante irregulares y estaban amontonadas unas sobre otras por todo su mundo, por lo que la movilización no era cosa fácil.
Muchos ciudadanos reclamaban la molestia del auto traslado de ciudades, en efecto, estas también podían ir y venir a su gusto y paciencia. De un momento a otro, era regular ver como una de estas ciudades se aventaba con fuerza sobre una de sus hermanas, nunca había bajas sensibles, pero la situación de volver a modificar la ruta de los caminos era algo incómodo.
Pero con todo, sus ciudadanos eran felices.
Algunos avezados, con el tiempo desarrollaron teorías físicas sobre la curvatura de su universo, la posibilidad de agujeros de conejo desde donde podrían realizar viajes interespaciales desde un sector del universo a otro, por ejemplo; desde la ciudad avellana 1 hasta la ciudad avellana 29, sin la necesidad de estar revisando los mapas de rutas o afrontándose a la posibilidad de que estas irregulares ciudades cayeran unas sobre otras, porque sí, a veces caían en multitud.
Y se vivió en este ambiente de felicidad y agitamiento hasta que un día, el famoso científico Camel, en sus expediciones en avellana 58 descubrió unos importantes papiros que versaban sobre la forma exterior de su cosmos. Gracias a estos papiros pudo corroborar su teoría, si su universo en sus confines tenía una pigmentación blanca quizás en su exterior también sería así, claro sus colegas lo llamaron loco en su tiempo por el sólo hecho de postular un “exterior”.
Además de corroborar el color de la fachada en la torre, contaba sobre una misteriosa base de la misma. Esta base de la torre también era cilíndrica y muy grande, aunque sus dimensiones no superaban un tercio del total. Esta sección se encontraba bajo el mundo en que ellos vivían y también era color avellana, como sus ciudades.
Camel encontró rápidas respuestas al hecho de que esta sección nunca hubiera sido explorada. Claro la iglesia avellanita tenía prohibido acercarse a los confines inferior o superior de la torre, las expediciones a los confines sólo se hacían en sentido este-oeste, nunca norte-sur. Por misteriosas razones todos habían respetado estas irracionales resoluciones por mucho tiempo.
Camel se sintió muy perturbado por enterarse de que su universo tenía otra sección aún no explorada, pero la mayor sorpresa fue encontrar al final del papiro un mapa del universo exterior, eso quería decir que su torre no tenía porqué ser el fin de un viaje, su torre no tenía porqué ser su todo, su torre era sólo el inicio de otra aventura.
Cuando presentó todos estos descubrimientos ante la comunidad científica del atalaya, recibió al fin el reconocimiento que merecía, pues antes su fama se basaba en la burla realizada por sus excentricidades y locuras. Ahora todos lo respetaban y pedían su auxilio para encontrar la forma de realizar estos viajes fantásticos con los que ahora todos soñaban, visitar la sección recóndita y por sobre todo, visitar ese misterio universo externo.
La respuesta venía dada en el mismo papiro; algún explorador audaz debía visitar el confín superior de la torre y comenzar un fuego.
Nadie entendía estas instrucciones, pero Camel les dijo que podían tomar dos caminos, o confiar en el papiro y vivir la aventura épica universal más grande de sus vidas o ignorarlo, escuchar a la iglesia avellanita, seguir con sus vidas normales entre las ciudades, esperando como máxima emoción los cambios arbitrarios de las mismas o la salida de alguna loca teoría científica, tal vez el último libro del mes “avellana nueva”.
Todos comprendieron lo insignificantes que habían sido sus vidas encerrados en una pared infinita, una envoltura falsa que les mintió, que los envolvía tapando sus ojos a las maravillas de lo desconocido. Así que decidieron seguir las instrucciones y que pasara lo que tenía que pasar.
Cuando Vincent Roy, el mejor explorador conocido, llegó hasta la cima de la torre junto a Camel no podían contener su emoción por iniciar luego las llamas que los liberarían.
Cuando todo empezó fue demasiado rápido, pero aún así Camel tuvo suficiente conciencia para comprender. Toda la torre había sido diseñada en tiempos inmemoriales para transformarse, para transformarse al contacto con el fuego en millones de naves exploradoras. Mientras el fuego fue cantando una danza en su avanzada, las ciudades antes color avellana se iban transformando en múltiples naves grises, el mismo Camel junto a Vincent Roy se vieron sin más dentro de una de esas naves.
El fuego fue transformando todo a su paso y sólo se detuvo ante la base, como el agua incontenida ante la represa. Pero para ese entonces ya había cumplido su propósito, y tal como lo prometió el profeta velliánico, su padre nunca más mandaría agua para purificar y cambiar su mundo, la próxima vez sería fuego, pero este fue el fuego de la libertad, ahora sólo les quedaba esperar a todos dentro de sus grises naves partir, empezar el último gran viaje.
Luego en el fin de los tiempos la base de la torre fue tomada por las manos divinas, esta fue acercada a las fauces de su señor y un soplo infinito la consumió, un suspiro glorioso les dio el impulso que necesitaban y todas las naves partieron por los aires en busca de su extinción. No si antes maravillarse con lo común de la realidad que para ellos fue una despedida mágica.
Su señor hizo que las cenizas se esparcieran, su señor vio que esto era bueno.

Cosas que se me ocurren antes de encender un cigarro.

3 comentarios:

Bel ♣ dijo...

Te escribo lo que usted señor me puso también : " estás todo un cortaziano"
Tenía esta opción con otra porque te dije que eran dos. Bueno, la otra era más compleja, lo asimilé a como te están pasando las cosas, porque lo noté mucho también pero más fácil es lo del puchito infaltable en momentos para imaginar (:
te dejo el link del mío.

Un beso.





http://garbagemind.blogspot.com/2009/09/super-mu.html

Bel ♣ dijo...

http://www.garbagemind.blogspot.com/2009/09/super-mu.html

Lala dijo...

Este es bueno :p
ya lo había leído