sábado, 19 de junio de 2010

Los días

Día I

Era un mirar cubierto de luces rojas,
Era una tierra baldía teñida de carmesí,
Estaban las montañas pardas cubiertas
De árboles sin nombre, destejidos y ruborizados.
Soplaba el viento agudo por mis oídos
Y yo pretendía no ver las nubes sangrar,
Bajo mis pies el fango se entretejía
Y los cordones que me abrazaban ya no brillaban.
En el cielo se formaba un mar de algodón,
Era un dulce ofreciéndose inalcanzable,
Era un mar danzante boca abajo,
Estaban todas las luces reunidas sobre este mar.

Yo emprendí el viaje en busca de aves,
Yo quise verlas volar y en mis ojos plasmar
Esa huída que pretenden todas las aves mostrar.
Pequeños arbustos se cruzaban y ostentosos
Pretendían cortarme el paso, pero ellos no sabían
Cuan disminuidos se veían bajo este día rojo.









Noche

Era un mirar cubierto de luces azules,
Era un barco regalando destellos ebrios,
Estaban las montañas navegando en el horizonte
Y las estrellas silenciosas asomaban sus ojos.
Soplaba tu aliento tibio sobre mi cuello
Y yo intentaba buscarte con mis ojos
Como dos telescopios naufragando en la noche,
Con mis labios susurrando tu nombre.
Las olas cantan un arrullo salado
“aquí ya no yacen islas, aquí ya no”
Y una viajera de larga cabellera pasó entre estrellas,
Estaban todas las luces vibrando sobre este mar.

Yo viajaba en busca de meteóricas aves,
Yo quise verlas perecer en altamar,
Esa muerte con un último canto intenté declamar.
Tus ojos eran el faro en la alta mar,
Pretendía cortarme el paso un baile oceánico,
Cuan disminuido se veía este baile en la noche azul.



Día II

Era un mirar cubierto de luces verdes,
Bruma laberíntica vestida de fémina,
Ocultando damas tapiadas en hojas
Reunidas en un cementerio de recuerdos.
Viraba el otoño entre el bosque y me
Cantaba tu nombre bajo las nubes de metal,
Iban a comenzar una invasión estruendosa,
El cielo iba a invadir las tierras perfumadas.
Robles y pinos caerían, de sus hojas saldría
El papel con el que escribir tu canto,
Las flores iban a cubrirse de barro
Y la tormenta se dormiría trayendo luces de cristal.

Las plumas de una gaviota se fulminaron,
En la batalla cayó muerta la gaviota que amo,
Yo quise cogerla, y como hoja de parra se deshizo,
Entre mis manos se me rompió como una luz,
Intente besarla bajo la ancianidad de la batalla,
Cuan disminuido se veía mi intento en este amanecer verdazo.






Y sin importar cuantos días más pasen, yo puedo intentar pintarlos de color,
Pero sin ti a mi lado,
Toda arte me parece vana y todo canto pierde su candor.

viernes, 18 de junio de 2010

Inconfundible

“50 mil agüachos cayendo sobre mí, regalándome estremecimiento y entumiéndome los orios. Suenan como pequeñas bombitas sobre un mar de grises, suenan como golpeteos en arales y metales, se me imaginan como la invasión más húmeda después de una mujer.
Se me arcan y no me dejan, se montan sobre mi cabello, se apegan con clamor a mis párpados y bordean mis labios, me acompañan todo el trayecto a mi hogar y aún junto al rojal bamboleo del fogote, se niegan a marchar, insisten en quedarse junto a mí.
Me sacudo como un perro y tirado me quedo con el rostro contra el piso, desganado, desmanchado, descoloreado y anclado en viejas ansias…”

Yo una vez quise tomar la corona de un arco iris,
Yo también quise beber agua de Venus,
Buscar entre nubes una señal del sol,
Ver tras el sol un adiós de la bruma.
Yo una vez soñé con volar entre las nubes
Mientras estas se desmembraban sobre ti,
Yo también deseé acapararme en tu espalda,
Desmembrarte en un dolor que durara
Lo mismo que la bruma tras el sol.

Yo de niño ansiaba jugar en los jardines de Júpiter,
Yo también creí montar cometas y acariciar estrellas,
Buscar en el vacío la voz de un ángel,
Ver desde el espacio tras el sol un planeta escondido.
Yo recostaba mi cabeza sobre el asfalto (húmedo)
Y contaba las horas para ver tu paso fugaz,
El niño quiso declarar la lluvia patrimonio
De la melancolía, hermana de meteoros,
El niño quiso declararte estatua de tormentas,
Señora del grito gris y pies mojados.

“Mis pasos se amortiguaban con dulzura en el barro e iba yo pensando como describirte sinceramente (aunque conmigo, nunca nada es del todo sincero) y como tonto sólo puedo decir: de curvas pronunciadas y promiscua irreverencia, acoplada en poco espacio va desbordando sensualidad de un modo poco común para una mujer. Degusta su propia indiferencia y me queda preguntar qué tan en serio se la toma. Con voz opaca y poco clara, contextura de enfado perpetuo y sonrisa escondida, con una facilidad increíble para irritarme y a la vez dejarme la moral y autoestima por el suelo.
Una gran debilidad para mí a fin de cuentas, una gran debilidad como el invierno, que si bien nunca me ha agradado del todo (frío y agresivo golpeando incesantemente como artillero sobre todo mi ser), ha logrado conquistarme de todas formas, ya sea por su hermosura, por su romanticismo melancólico o tal vez sólo por el ruido de sus tormentas, las tormentas que ahora se escriben con tres letras.”

sábado, 12 de junio de 2010

3C 273

Anclaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaado
En una visión criogénica,
Templado en vidrios de tiempo
Llegan hasta mí esas noticias
De una belleza del pasado.

Una señorita guiñe sus ojos,
Una señorita se esconde y vuelve
Su espalda, sus ojos vuelve.
Anclaaaaaado estoy y en busca
De sus saludos de antaño.

Memoria, de la suma perfección,
Más brillante que el sol rey de soles,
Ella es elusiva, pero su atracción
En mis ojos de cristal es abrasiva.

Esta es la historia de una separación,
Mientras más distas mejor te quiero,
toooooodas las inscripciones de tu luz
Dicen que mientras más te busco,
Mejor y lejos, rápido te vas.

Pero a quién escribo estos números?
Tú vistes de azul y yo de rojo,
Tú seguramente has muerto
Y yo aquí de tonto al antojo
De tu pasado.

Memoria, de la suma perfección,
Más brillante que el sol rey de soles,
Ella es elusiva, pero su atracción
En mi carne revela la animalidad estelar.

Esta es la historia del oscuro caos
Que aparenta ser de tu alma el mar,
Y este es el testimonio de quien acaso
Si bien no te podrá acariciar
En sus ojos plasmar podrá lo que fue
Un mensaje de tu niñez.

En tus pies cultivados de estrellas
Anclaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaado

martes, 8 de junio de 2010

Cosmic sea

Se sostenía apenas de pie en la orilla de la carretera, esperando que alguien con buena voluntad quisiera llevarlo con él, tenía mucha paciencia y eso se notaba por el prolongado periodo de tiempo que ya acumulaba ahí inerte, esperando bajo la lluvia que algún destello de luces le anunciara la próxima venida de la compañía ansiada.
Le alentaba saber que no estaba sólo, aunque él no pudiera verlos, había centeneras, quizás miles de otros desafortunados abandonados, ahí tan cerca de él, también esperando un aventón.
Aunque el frío le impidiera concentrarse en muchos detalles, tenía la impresión de que todos se movían, se movían en círculo alrededor de la carretera. Él por supuesto no había movido un pie desde que tenía memoria, pero aun así, no podía dejar de sentir dos cosas por sobre las demás, la incesante lluvia molesta sobre su cabeza y un mareo perpetuo, señal de que ¡debían estar moviéndose!

Un día, en el equinoccio de primavera (marcado en la tierra por este humilde testigo de la historia narrada) un alocado conductor desenfrenado desvió su curso normal, probablemente era una mujer al volante. Desbocó sobre las protecciones a la orilla de la carretera chocando y arrojando lejos de sí a muchos de los solitarios espectadores bajo la lluvia, cuando al fin logró detenerse ni siquiera salió de su vehículo a pedir disculpas o ver si alguien había sido lastimado, sólo logré entre ver tras su parabrisas una sonrisa, la sonrisa de una culpable que no tiene mayor remordimiento y más quiere reír que llorar.
Cuando al fin logró retomar su curso, por la ventanilla sacó su cabellera y esta se extendió por una línea difusa aún más grande que su transporte.
El pobre protagonista de nuestra historia no salió lastimado por el desboque de nuestra conductora, pero sí estaba lo bastante cerca, lo suficiente como para fascinarse al igual que yo por la belleza de esta prolongada cabellera. Nuestra loca viajera no podía verme, el mojado imberbe en la carretera tampoco, ambos ignoraban mi existencia pero yo a ellos los estudiaba.

Mientras ella tomaba velocidad otra vez, ninguno de los solitarios en la carretera intentó si quiera pedir un aventón ¿quién se hubiera atrevido?, yo no confiaría en una mujer que conduce así ¿lo harían ustedes? Pero nuestro intrépido protagonista parecía tomar confianza en si mismo, creo se había orinado en sus pantalones (no sé si de la emoción o el miedo), pero ya se veía decidido a arrojarse en la persecución de esta viajera y ¡forzarla si fuera necesario! Para que esta lo dejara acompañarla.

En el espacio todo tiempo (relativo o no) es crucial, un parpadeo equivale a seis vueltas a la tierra sobre un haz de luz y dos parpadeos son ver a la viajera ya de la mano con otro desgraciado, ya lejos, ya rápido, ya fugaces.




_La carretera: cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter.
_La viajera de larga cabellera: cometa en su origen griego quería decir “cabellera”, estrellas de larga cabellera cuando aún no se sabía que no eran estrellas.








s.

viernes, 4 de junio de 2010

Un día cualquiera

Yo iba absorto en mis propios problemas, no tenía ni el tiempo o las ganas de empezar a preocuparme por los demás en ese momento, dicho momento parece durar toda una vida a veces.
Sacando y contando las monedas en mi billetera, viendo si me alcanzaba para cargar el pase, fui levantando la mirada lentamente y asombrado vi tras la ventanilla de servicio a un joven arquetípico, uno que tantas veces había visto yo caminar por la calle, ser amigo de mi hermana, salir en televisión, como sea… El joven arquetípico que vestía distintas ropas, vidas o nombres, ahora se mostraba una vez más delante mío.
Me refiero el típico joven que seguramente ustedes reconocerán entre sus memorias fácilmente: delgado, desgarbado, con el pelo ni largo ni corto, pero con la intención de ocultarle la cara, tapando las marcas de acné que no sólo son el castigo de flaites, sino también de pobres jóvenes sin autoestima ni coraje para afrontar la vida con fuerza. Éste era uno de esos jóvenes, seguramente de una tribu “emo” y casi seguro lo digo, gay.
En su rostro cabizbajo yo me compenetraba con su intención de ocultarse, como de querer salir huyendo asqueado de sus labores. Mientras iba atendiendo a tantas personas día a día ahí abajo en el metro, yo sentía leer en su mente la verdad; no era la fatiga de una larga jornada la tristeza en su expresión, no era la molestia de la lejanía de su hogar o tal vez el saber que él valía mucho más que ese trabajo y podía ahora estar haciendo algo más productivo, algo que lo hiciera más feliz. Lo que le molestaba, era tener que trabajar día a día detrás de una ventanilla que mostraba tan claramente su rostro, un rostro que su pelo por largo que lo dejara, no podría ocultar.

miércoles, 2 de junio de 2010

Cautiverio

Sé muchas cosas sobre mi abuela: sé por ejemplo cuanto le molesta sentirse inútil, lo noto por la forma oblicua de evadir miradas, por las manos juntas trepidando, como si pensaran por si mismas y anhelaran las tareas de antaño. Ahora un tejido las entretiene, algunas veces acariciar alguno de sus cuatro perros (que han ido llenando el vacío de cariño dejado por un esposo cansado e hijos presentes, pero independientes) o cambiado cansadamente los canales del tele cable, son tantos y siempre termina anclándose en los recuerdos del TCM.
No le gusta que notemos cuanto le duelen sus huesos, le molesta que intente yo leerle pasajes de libros que creo, ella podría apreciar. Se irrita con facilidad si intento llevarla del brazo a la feria o en busca de sus gafas.
Todo esto podría ser por la independencia a la que intentan aferrarse algunos viejos olvidados, deben creer que aún pueden valerse por si mismo, pues cuando ya han perdido la fe en un Dios-padre protector, si no es esta vida en donde se valen ya no les queda otra.
Si bien mi abuela no esta sola, olvidada y no ha perdido del todo la fe, sus tiernos anhelos de independencia me recuerdan los vistos ya por mí en otros ancianos, debe ser por eso que me es más fácil asimilarlos a todos dentro del mismo saco.
Por mi parte; le perdí el miedo a la muerte después de los trece años, cuando ya me fijé una meta en la vida, una gran obra que finalizar y ahora es el miedo a que la muerte se me imponga como un final, uno que me arrebate esa meta y deje inconclusa esa obra en mi mente.
Me dispongo a pensar cuáles serán los miedos de mi abuela, las dudas que alguna vez yo mismo ayudé a sembrar en su mente se enarbolan ahora como una búsqueda incesante de ella en respuestas metafísicas, astrológicas, alquimistas, religiosas y hasta pastafaristas para encontrar un camino a seguir, hasta la última exhalación.
Será por eso que no me siento culpable al consentirla en pequeños detalles, que han hecho de sus últimos años de vida una completa reconciliación con la paz, la paz que permite a los viejos esperar resignados al fin el desenlace inevitable.

Por ejemplo, mi abuela ha encontrado el conforte de sus últimos años en acumular aves. Deben ser más de veinte las que ya tiene en el patio de nuestra casa: loros, catitas, inseparables y tantos otros que no podría nombrar.
Los ve cada día, a veces por horas, los alimenta y les da agua, les habla aunque estos no puedan entender nuestro idioma (al menos hasta donde yo sé) y todas estas tareas y pormenores le conllevan una gran preocupación. Ahuyentar a los gatos de rapiña ha sido su último afán, llegó incluso a construir una honda y juntar piedras, la arma es en verdad mortal y el dolor de sus manos llega a ser olvidado, la presteza con que esos pobres gatos deben eludirlas es impresionante, desde mi habitación río mientras los veo huir y pobre del que no tenga la agilidad suficiente.
Antes solían darme pena estas aves encerradas, todas ellas en sus jaulas. Mi abuela se ha preocupado de ir agrandándolas cada vez más, pero yo sigo pensando que ninguna jaula logrará igualar la libertad dada por los vientos que soplan alto.
Podría haberlas liberado, pero como tampoco soy un niño “pro-animal” la conmiseración por estas aves se me esfumó luego, al darme cuenta de la gran alegría que le dan a mi abuelita día a día. Ella no ha pensado en que estas aves ansían moverse libres por donde las lleven las nubes (¿o será que disfrutan el cautiverio?), ella no ha caído en la conclusión de que su afán de “pequeño Dios” podría ir en contra de las ansias de estas aves, ansias de “ser gran halcón”, pues aunque ninguna de ellas nunca llegue a serlo, creo al menos merecerían la oportunidad.
Mi abuela no cae en estas cuentas y yo no dejo de amarla por ello.

Finalmente me pregunto, ¿acaso Dios no ha pensado en nosotros? ¿Alguna vez dejará abiertas nuestras jaulas? Creo merecemos la oportunidad de ahuyentar nuestros propios gatos, ¿O será que la gran prueba es escapar por nuestros propios medios?
Si bien la incapacidad del intelecto humano para responder las preguntas que nos sobrepasan y asustan me ha llevado a aprender algo del ateísmo en el último tiempo, estas comparaciones y preguntas que me parecen tan bellas no dejan de acosarme.
Y será que aunque muchos no lo entiendan o no les guste, siempre me termino creyendo un romántico.