martes, 27 de enero de 2009

El hechizo de las caras

Cuenta una leyenda la historia de un hombre que vivió hace muchos años en un lugar muy lejano olvidado por los mapas y libros.
Este hombre no era diferente de lo que podemos ser tú y yo, con sueños, con un trabajo, con una familia alguna vez y un amor. Pero a diferencia de tantos otros hombres, quizás no como tú y yo, este no gozaba de belleza, mejor dicho era bastante horrible. Tenía bastante apodos que prefiero no mencionar. Todos bastante crueles y con la intención directa de herirlo hasta despedazarle la autoestima.

Vivió para lástima suya en una época bastante superficial, tanto como para no encontrar sobre la tierra mujer u hombre que se fijara en la belleza interior de las personas para encontrar pareja. De esta forma todas las personas “feas” sobre la tierra estaban destinadas para ese tiempo a vivir solas, sin nunca casarse, si quiera tener un noviazgo o una aventura. Pues la costumbre inherente era que los bellos van con los bellos para tener hijos que de gusto mirar. Los demás pueden acostumbrarse a la filantropía, a la vaguedad por la vida, a la escritura u otros oficios de los “no queridos”.
Esta clase de personas (tanto hombres como mujeres) se les inculcaba desde pequeños, cuando ya se podía apreciar que no serían bellos, la costumbre de olvidar la esperanza del amor. Se les enseñaba que ellos nunca estarían con nadie, pues ni entre feos se podían querer y de esta forma los niños y niñas poco agraciados llegaban a la madurez de su vida sin la mínima
esperanza de enamorarse o que alguien se enamorase de ellos. Los que iban contra esta medida caían irremediablemente en la tristeza, algunas veces absoluta y total que terminaba con el suicidio.
Caía la contradicción en esta civilización, que a pesar de sólo dejar a los “bellos” aparearse y tener descendencia, pues los feos no se soportaban ni entre ellos. Que seguían naciendo niños horribles, muchas parejas ideales para portada de revista veían con atrocidad como salían de su unión hijos deformes, con exageraciones en sus caras o decoloraciones atroces.
Se decía que era el castigo para todos esos padres por su superficialidad, que el destino del mundo no era eliminar a la gente fea de su faz, y que por eso no dejaría que la evolución de Lamarck hiciera efecto en este caso. El mundo estaba destinado a soportar a los feos.

Había por otro lado las parejas (siempre de personas bellas), que llegaban a enamorarse unas de otras tanto por la hermosura física como de las personalidades. Este era un tipo de unión algo más pura, pues quizás si una de las partes de la relación no fuera “linda(o)” el otro estaría con ella de todas formas. Claro eso sería imposible dada la prohibición tácita y social de no mezclar lo bello con lo feo. Por eso hasta la actualidad no podemos saber el número exacto de personas bellas que se enamoraron de alguien feo sin poder decirlo o estar con tal individuo(a). Ya sea por miedo, desaprobación social o vergüenza. Sabemos por otro lado el número aproximado de feos que quisieron estar con una persona linda, por el número de suicidios en esta civilización tan singular, 14000 individuos.
En ese tipo de parejas donde un hombre hermoso se enamoraba de una mujer preciosa no sólo por atracción física sino también psicológica, era en la que se dejaba fluir la genética y la
mayoría de las veces se tenían hijos bellos, que cuando grandes tendrían la opción de formar una unión sólo superficial o espiritual en igual caso. Con los correspondientes hijos ya dada la explicación previa.

El protagonista de nuestra leyenda cae en el abundante número de feos que se enamoraron de una bella. Pero nuestro protagonista no era un hombre que proviniese de esa época. Claro había nacido y vivido contemporáneamente, pero su inteligencia, persistencia y perseverancia eran tales de nuestro tiempo. Era un soñador como pocos de esa civilización maldita y no estaba listo para que su brazo se torciese. Estaba determinado a tener a la mujer de sus sueños a cualquier costo.
De mucho leer supo de una cueva en las afueras de su ciudad, donde contaba la mitología habitaba un antiguo demonio. Este concedía un deseo a la persona que se presentase ante él, pero había que tener mucho cuidado con el deseo que se pidiese, pues si este era un deseo que
sólo beneficiaba a quien lo pedía, el demonio a cambio de concederlo tomaba el alma al momento que muriese el beneficiado por el deseo. Muchos ya habían visitado la cueva del demonio y partido con mucho oro, con belleza nueva o poder increíble. Pero todos al morir habían perdido su alma y sido llevados al infierno de los infiernos, por no pedir un deseo que beneficiara a todo el mundo. Por eso nuestro protagonista debía tener mucho cuidado, pues nadie hasta el momento había tenido la astucia de transformar la forma de pedir su deseo en uno que beneficiara a todo el mundo y a la vez a quien lo pedía, para así no perder el alma al morir.
Nuestro protagonista meditó mucho sobre el asunto, y cuando al fin estuvo decidido partió a la cueva con el fin de obtener la mujer que tanto ansiaba.
Cuando llegó a la cueva esta era muy lúgubre, se sintió como Orfeo al ir entrando en busca del demonio que le diera a su amada (hablo de Orfeo porque este mundo era lejano, pero no tanto como el heleno).

La gruta era oscura, pero a medida que se avanzaba esta se iba ensanchando y el techo afilado amenazador con puntas hacia abajo iba alejándose cada vez más hacia arriba, para su tranquilidad.
Cuando ya pensó que no podía avanzar más pues un riachuelo subterráneo cortaba el paso, al otro lado de esa orilla que corría oscura y misteriosa, se le irguió una criatura de dos metros, tapada el principio por la oscuridad absoluta, pero que luego fue revelando un fuego en sus ojos que iluminó casi toda el espacio de la cueva donde estaban. La criatura se mostró tal cual era, seguía alta, con rostro y cuerpo humano, completamente desnuda. Todo esto sobresaltado por dos enormes alas negras que salían de su espalda y se abrían al momento en que la sala se
iluminaba por el fuego de sus ojos, como para intimidar al visitante. Que siempre, en todas sus visitas no podía terminar de creer lo que veía.
El demonio habló fuerte y sereno; “¿Qué es lo que quieres?”. Nuestro protagonista pensó que sabía muy bien lo que quería y cómo solicitarlo para no perder su alma. Pero en una ingeniosa treta del demonio, el susto provocado por su grandiosidad y sobrenaturalaza siempre aturdía hasta el más preparado de los hombres, para que terminara pidiendo rápida y atolondradamente lo que quería y así poder quitarles el alma en el último suspiro de sus vidas.
Nuestro protagonista sintió como olvidaba la forma correcta de pedir lo que quería.
Pero adivinó a tiempo la treta del demonio y se tranquilizó antes de hablar para no cometer ningún error.

_Mi nombre es Astargoth, demonio del séptimo orbe, dador de los anhelos secretos, inventor de lenguas blasfemas y solicito tu nombre de la misma forma que yo te di el mío.
_Mi nombre es Lucio y vengo a solicitar un deseo.
_Habla pues fuerte y claro, que escucho y concedo.
_Deseo que todos los hombres y mujeres sobre la tierra tengan una misma cara y un mismo cuerpo, deseo que todo ser humano sea idéntico a sus iguales en sexo. Todos los hombres con el rostro más bello jamás concedido y el mejor cuerpo que lo acompañe. Todas las mujeres con el mismo bello rostro jamás imaginado y el mejor cuerpo que las acompañe también. Cada ser humano sobre la tierra conservará su personalidad, su voz, su forma de ser tal cual es y como estaba destinado a ser sin que el cambio físico le cambie su psiquis. Así cada hombre será igual a todos los hombres en hermosura y de igual forma las mujeres.

Astargoth estaba completamente furioso, adivinó las intenciones de Lucio con este deseo y entendió que quizás esta sería la primera vez que la persona que lo visitaba se iba de su cueva con el alma intacta. Pero daría pelea, conversaría con él a ver si lo podía hacer caer.

_Dime pues buen hombre, ¿cuáles son tus intenciones con este deseo?
_Pensé que sólo bastaba con formular el deseo para que este se cumpliese, nada de preguntas y otras cosas.
_Te pido perdón, quizás leíste los libros equivocados, pero siempre pregunto a toda persona que viene a visitarme las intenciones tras sus deseos, de esta forma confirmo que clase de humano es y cuál será su destino en el último suspiro de sus lastimeras vidas.

Lucio sintió el miedo en Astargoth, ahora estaba más tranquilo viéndose reflejado en los ojos del demonio como el único hombre que saldría impune de la cueva.

_Mis intenciones creo son bastante claras. Si todo hombre sobre la tierra es bello e igual a todos sus pares, y de la misma forma lo son las mujeres. Todo ser humano estará destinado a no fijarme nunca más en la belleza física a la hora de escoger pareja, todos deberán darse el tiempo de conocer a quien tienen en frente, deberán amar el mundo interior de su sexo opuesto antes de enamorarse y formar una unión. He pedido mi deseo de esta forma porque amo a una mujer y quiero que ella me ame también, pero no quería pedir ser un hombre bello para que se fijara en mí, si ella va a ser mía quiero que sea de una forma auténtica y en un mundo tan decadente y superficial como éste la única forma que se me ocurrió es que todos estuviéramos en igual de condiciones para conquistar a cualquier mujer u hombre, que sólo importe la mente de cada persona, pues todos seremos bellos y así nadie estará privado del amor, pues estoy convencido de que cada ser humano tiene una persona destinada para ser su pareja Creo mi deber darle la oportunidad a todo el mundo de encontrar esa otra mitad suya. Le daré esa misma oportunidad a la mujer que amo, si con todos en igual belleza e igual de condiciones no logro conquistarla con mi personalidad, significa que ella no era para mí y estará libre de encontrar con quien ser feliz y quizás yo también con otra mujer.

Astargoth estaba anonadado, no tenía por donde pescar a este hombre, sólo quizás hacer que se arrepintiera de su deseo, lo formulara de otra forma y así quitarle su alma.

_Debes entender algo antes, dentro de tus restricciones mencionaste que no querías que este cambio físico afectara la psiquis de las personas, eso no puedo controlarlo yo, lo que puedo asegurarte es que las personalidades de cada persona seguirán intactas, pero obviamente sus psiquis serán afectadas y cambiarán sus formas de ver y enfrentar el mundo, claro afrontarán el mundo de acuerdo a su personalidad, que se irá adaptando dependiendo de cada persona, pero más que eso no puedo prometer.
_Lo entiendo.
_¿Pero cómo amas a esta mujer? En tu mundo los feos casi no interactúan con los bellos, cómo conocerla para amarla, pues el amor sin hablar con una persona por mucho tiempo es sólo
juego de niños.
_Yo no soy un niño, y si amo esta mujer es porque es diferente a las demás.
_¿Diferente en qué sentido?
_Muchas veces he tenido que ver gente bella entrar a la biblioteca que atiendo. Entrar balanceándose con su superioridad asumida, nunca miran directamente a los ojos, siempre de arriba para debajo de forma despectiva, siempre piden un libro de mi sección “para gente tonta”, libros superficiales, simples y que llenan a ese tipo de mujeres y hombres de mayor superficialidad y banalidad. Se van sin dar si quiera las gracias y nunca devuelven los libros a tiempo.

Por otro lado ella… Ella entra son suavidad a la tienda, siempre con una sonrisa amena mostrando sus bellos dientes. Nunca me ha mirado con menosprecio y creo una que otra vez nuestros ojos se han cruzado, claro ella nunca se fijaría en alguien como yo, pero es la forma de respetarme como ser humano lo que la hace una gran persona. Porque de todas las mujeres bellas de este mundo, ella seguramente es la más bella, con su tez blanca y su suave caminar casi como flotando, bamboleando su cuerpo para llegar al mesón donde atiendo.
Siempre digo cosas equivocadas, nunca le muestro que puedo hacerla reír, que puedo hacerla sentir alguien especial y creo que no podría así como soy.
Nunca pide un libro que sea interesante, siempre románticos simples de historias trilladas, pero aún así son lecturas olvidadas por todos los demás, feos y lindos. Pues creo todos en general perdieron la esperanza de amar de verdad y ya no leen esas historias, pero ella sí, ella lo hace y si tiene la esperanza de amar quizás sea la única para mí.

_Parece mujer de otro mundo, quizás podrías conquistarla sin necesidad de este deseo, podrías pedir otro deseo.
_No soy iluso, a pesar del bello mundo interior que veo en ella no podría exagerar para creer que podría amarme, aparte… Nunca he podido tener una conversación amena con ella, nuestras únicas conversaciones son mis lecturas de los libros que ella pide por mí apenas los devuelve. Al estar con ella me congeló, no puedo pensar bien y así nunca podría conquistarla, quitando de lado la imposibilidad de conquistarla por mi mero aspecto físico.
Pero aunque nos pusiéramos soñadores, aunque invirtiera todas mis horas de desvelo y creyera que puedo enamorarla sin necesidad de este deseo. ¿En qué mundo viviríamos yo y ella? En una sociedad que tomaría nuestra unión como una atrocidad, como algo antinatura. Quizás mis libros digan que el amor todo lo puede y todo lo derrota. Que si ella y yo somos felices nadie más importa, ni qué piensen. Pero la verdad es que ella es tan bella, tan única y lleva una vida tan tranquila que yo no soportaría sacarla de ese mundo, llevarla conmigo al
destierro, al olvido. No podría forzarla ni por amor a vivir una vida alejada de todo. Ella se merece algo mejor, por eso pido este deseo, si ella es capaz de amarme renuncio a este cuerpo y todo el mundo debe hacer lo mismo para encontrar el verdadero amor. Si puedo ser de ella quiero darle la mejor de las felicidades, que sólo importen nuestro mundos internos y que nada ni nadie pueda quitar eso.

Astargoth se dio cuenta que no tenía mucho más por hacer, este hombre estaba determinado a pedir su deseo y él no lograba ver por donde engañarlo y quitarle su alma. Mejor sería conceder su deseo y hacer que se fuera pronto, olvidar todo el asunto y seguir adelante. Ya que la presencia de este hombre tan enamorado y tan inteligente le daba asco.

_Concederé tu deseo. Pero quiero que inmediatamente te vayas de mi cueva y nunca regreses. Dalo por cumplido, al ver la luz del sol fuera de esta gruta tu rostro ya nunca volverá a ser el mismo ni tampoco el de ningún hombre o mujer sobre la tierra, hasta el día de su muerte, donde cada persona recuperará su rostro y físico original. Y cuando venga tu muerte el hechizo de las caras desaparecerá del mundo.

Nuestro protagonista huyo al momento de oír estas palabras, corrió lo más rápido que pudo, más que por miedo por el anhelo de ver un nuevo sol que traería para todos un nuevo mundo.
Al salir de la gruta no paró de correr en dirección a la ciudad donde vivía, quería tomar un espejo, o mejor, ver en la cara de cualquier hombre su cara y en la cara de cualquier mujer la cara de su amada. Tenía curiosidad por saber cómo sería el rostro más bello de un hombre jamás sobre la tierra y el de la mujer más bella de todas.
Mientras se acercaba a saltos agigantados a su ciudad podía ver la gran confusión de todos en las calles, aún era algo lejos para diferenciar los rostros. Pero se podía ver la gran turba gritando y corriendo por todos lados, como buscando una explicación que sabían no encontrarían.

Al principio todo fue confusión y desastre en la ciudad, quizás en el mundo también pero eso no lo sabremos.
Cuando nuestro protagonista llegó al fin a la ciudad vio espantado y algo feliz a la vez que el rostro de todas las mujeres era el de su amada. Pensó al principio que esta era una treta de Astargoth, pero luego se tranquilizó al darse cuenta de que en realidad el rostro de su amada era el más bello sobre la tierra y todas las mujeres merecían tenerlo. Ahora conquistarla sería más fácil además, pues él no quería otro rostro por muy bello que fuera que el de ella. El de su amada.
Lo que lo aturdió de verdad fue ver que el rostro de todos los hombres, por ende el suyo
también, era el de Astargoth, y esta era de veras una mala pasada del demonio. Astargoth era de verdad muy bello y ahora a la luz nuestro protagonista podía darse cuenta del esplendor en su rostro no apreciado antes en la cueva. ¿Pero era el rostro de hombre más bello de todos? Debía conformarme con que sí, pues era ese rostro que todos usarían hasta su muerte.
Un rostro pálido y blanco, con rasgos finos, ojos azules penetrantes como guardando un fuego interior, cabellos rubios rizados y una sonrisa diabólicamente bella.
Quizás lo que más lo molestaba era que estuviera con él u otro hombre su amada, estaría con un hombre cuyo rostro sería el de un demonio. Ella besaría un demonio.

Lucio dejó que pasara un tiempo sin si quiera salir de su biblioteca, el desastre afuera era atroz. Mucha gente parecía haber perdido la razón por el cambio físico y nadie parecía adaptarse. Era un desastre en verdad la ciudad. Pasaron días, semanas y hasta meses para que las cosas comenzaran a tranquilizarse.
Pasó mucho tiempo y Lucio no se atrevió a salir de su tienda y nadie tampoco iba a pedir más libros, con todo el desastre nadie parecía interesado en seguir leyendo.
Lo que Lucio más extrañaba de toda esta situación, eran las antiguas visitas de su amada, que no venía hace meses ya, nadie había venido en meses.
Nuestro protagonista sabía que la podría reconocer al instante, que bastaría con que entrara cualquier mujer con el rostro de ella para que él la identificara como una farsante. Él la podía identificar sin problemas. Creía poco probable que unos meses del cambio físico en todos
hubieran afectado de tal forma a las mujeres que ahora todas se comportaran como su amada. No, seguramente no, el había pedido expresamente que las personalidades siguieran tal cual eran antes, con algunos cambios por la brusca transformación física, pero la misma personalidad en esencia de cada persona que se iría adaptando de forma diferentes a las circunstancias.
Lucio además podría reconocer la voz y además los típicos libros que ella pedía, era solo cuestión de paciencia y ella vendría al fin.
Pero de mucho pensar Lucio comenzó a reflexionar, por su deseo mucha gente había sufrido, claro el mundo que tenían antes era una aberración ¿pero era él el indicado para juzgar eso? Había cambiado a todos sin consultarles y aunque estaba seguro de que su decisión sólo podía cambiar el mundo para bien, al parecer la gente no terminaba de adaptarse y más de un dolor de cabeza había logrado. Tal vez con su deseo algunas parejas se rompieran.

Él había actuado con egoísmo y aunque había pensado que su deseo los ayudaría a todos, en el fondo sólo le interesaba conseguir a su amada.
Después de todo, no estaba tan a salvo de perder su alma, después de todo no había sido por todos que pidió su deseo. Viendo los resultados hasta el momento él no estaba con su amada y el mundo no parecía un mejor lugar.

Una mañana gris de abril ella entró a la biblioteca, se acercó con una cara melancólica, no la misma de siempre tan sonriente. De todas formas Lucio pudo reconocerla y se entristeció por su rostro melancólico.
Ella pidió “Cumbres Borrascosas” y él se lo facilitó.

_¿Por qué tan triste hoy?
_Nunca me creerías.
_Puedes confiar en mí.
_Es imposible, ni yo lo creo aún. Es por los rostros, esos malditos rostros.
_Yo sé la verdad.
_¿La sabes?
_Todos esos rostros de las mujeres, ¿son el tuyo cierto?
_!Nadie me ha creído! Todas dicen ser la propietaria original del rostro, que el destino ha hecho que su rostro esté en cada mujer, ¡pero es mío! Debes creerme, es mío.
_Te creo porque lo sé, yo solía atenderte cada vez que venías a esta biblioteca. ¿Lo recuerdas?
_Si claro, el pequeño. Moreno, si, si, te recuerdo.
_Bueno, tu siempre me pareciste una mujer algo diferente a las demás, por eso me gravé tu rostro, por eso puedo reconocerte ahora.
_No sabes el alivio de que al menos alguien sepa la verdad, es de verdad un infierno mi vida ahora. No he salido a la calle hace semanas, salgo solo lo justo y necesario, no sabes lo horrible que es ver tu rostro en cada mujer, ¡sin saber por qué!
_No sabes cuanto lo siento, en verdad.
_Además el rostro de ese hombre, en todos ahora. Son tan extraños todos estos sucesos, lo más extraño es que el pánico sólo duró un tiempo entre todos, ahora parece de lo más normal que todos sean iguales a todos. Ya no hay diferencias.
_Ese rostro de ese hombre, de verdad es todo extraño, yo tampoco he logrado salir afuera, así que no sé cuales sean las novedades con estos cambios.
_Muchos en verdad. Para resumir muchas parejas se han separado, muchas se han formado. Creo el mundo esta en una ironía singular. Por primera vez al menos la gente no se fija sólo en el físico para encontrar su otra mitad, es algo lindo, pero enervante que sea mi rostro y mi cuerpo el que miles de hombre tocan y besan, poseen…
Además ese rostro de ese hombre.
_¿Qué tiene ese rostro?
_Algo extraño, no podría describir qué me pasa con él, sólo que no confío en su sonrisa, en su belleza perfecta, tiene algo que no me gusta.

Ambos conversaron horas y horas, cuando llegó el anochecer se dieron cuenta de la gran lista de temas que habían tocado, se habían conocido mucho en solo un día. Lucio caballerosamente se ofreció llevarla hasta su casa.
Los días pasaron y pasaron y ambos siguieron frecuentándose, viéndose, cada vez más cercanos y cada vez más unidos.
Con el pasar del tiempo se fueron conociendo medidas extrañas tomadas por el gobierno de la ciudad para proteger a sus ciudadanos de problemas sociales y legales. Pues todos eran iguales, era difícil tener que estar verificando la voz de cada individuo para saber su identidad. Así que partió la medida de que cada ciudadano debía llevar su nombre en una tarjeta en el lado derecho del pecho.
No tardaron todos en darse cuenta de que al morir el rostro original de cada persona y su físico volvían. A algunos no le importaba esto, les daba igual morir y que un rostro hermoso desapareciera para luego surgir otro bello de todas formas. Pero a los ciudadanos que antes no habían gozado de belleza les importaba que la gente viera su horrible rostro después de muertos. Así que muchos contrataron servicios especiales de funerarias donde se les ocultaba el rostro después de difuntos para el velorio, así la gente se daba cuenta al acudir a un velorio si el muerto había sido bello o no antes de la transformación masiva del mundo.
Aunque la sociedad se adaptaba cada vez mejor al cambio, cada vez parecía importar menos el aspecto físico y la gente ya ni se fijaba en los rostros al interactuar con los demás, todos escuchaban atentos las voces de cada ciudadano como si esa fuera la verdadera identidad, junto con lo que decía habitualmente cada voz.
Las personas leían más y más, no siempre cosas que aportaran al intelecto, pero ahora toda la ciudad estaba preocupada de tener temas para conversar, de tratarse con respeto y educación unos con otros, porque dejando de lado su belleza o fealdad de su pasado, ahora todo lo que les quedaba era su voz y lo que podían emitir con esta, algo interesante o algo estúpido.

Lucio y su amada no podían separarse ni de día o de noche, ya el amor se enarbolaba entre ellos.
Cenas románticas, poemas de Lucio para ella, regalos y coqueteos durante meses.
Vino la inevitable unión y se fueron a vivir juntos. Fueron muy felices y Lucio vio como todo iba de acuerdo a su plan, pues el mundo parecía un mejor lugar, todos felices y ya nadie era discriminado. Tal vez sólo por estupidez.
Cuando todo parecía color de rosa vino un cambio, el mundo no pareció soportar la inexistencia de superficialidad y empezó la venta de máscaras, para hombres y mujeres. No máscaras con un rostro humano tan definido, sino más bien formas femeninas o masculinas que ocultaran de buena forma los dos rostros más repetidos del mundo.
Cuando esto se puso de moda Lucio preguntó a su amada si era necesario que él ocupara una máscara, ella respondió que sí y que ella también ocuparía una.
Lucio le dijo que él con gusto ocuparía una máscara, pues sabía el poco agrado que ella sentía por ese rostro masculino que todos tenían, pero que ella por favor no ocupara la máscara. Ese era su rostro verdadero, solo de ella y no tenía por qué ocultarlo, él se había enamorado de ese rostro desde el primero momento en que la vio y no aceptaría que tuviera que esconderlo.
Así Lucio empezó a ocupar una máscara como todo hombre y su amada no.
Los años pasaron y ellos fueron en verdad muy felices, hasta que un día siendo no muy viejo Lucio calló enfermo. Una extraña gripe lo atacaba y parecía que no se salvaría.
Estuvo muchas semanas en cama y su amada no se separó de su lado. Lucio sabía que moriría, su única pregunta era dónde iría a parar su alma. Pues hasta el día de hoy no sabía si había hecho un bien o un mal al mundo con su deseo, no sabía en realidad si Astargoth lograría llevarse su alma.
Ahora poco le importaba en realidad, había disfrutado una vida con su amada, ella lo había logrado querer tal cual era. Su amor había prosperado en un mundo desquiciado que quizás él había desquiciado aún más.

_Lucio, debo confesarte algo, no quiero creer que te vas, que te vas de mí, pero no podría permitir que lo peor pasara sin que lo supieras.
_¿Qué cosa amor mío? Puedes decirme lo que sea.
_Creo que estoy embarazada.

Nuestro protagonista soltó algunas lágrimas bajo su máscara, no podía creerlo. Un hijo, eso nunca estuvo entre sus planes, pero ahora que su fin estaba cerca, una gran pena lo embargaba, pues nunca llegaría a conocer ese hijo.
Ella le pidió que se sacara esa máscara, que quería besarlo una última vez, él le dijo que no, que ya casi era hora de partir y no quería que viera su rostro tal cual era antes.
Pero mi amor dijo ella, si yo vi tu rostro antes de estar contigo, antes del cambio, y nunca me importó nada. Si me hubieras dado la oportunidad de conocerte antes, si me hubieras hablado antes habríamos estado juntos de todas formas, yo nunca fui superficial.
Cuando su amada dijo esto la figura de Astargoth se apareció en el umbral de la puerta, de la habitación donde estaba moribundo Lucio. Éste esbozó su siempre maléfica sonrisa. Es que ni él había podido ver dentro del alma de una mujer tan buena como ella, Astargoth no podía haber sabido que ella lo habría querido tal cual era antes y este final trágico e irónico se le hacía perfecto a Astargoth después de tantos años en espera.
Prométeme que cuidarás a nuestro hijo, que lo amarás a pesar de todo igual. Bobo decía ella, eres un bobo, nuestro hijo ha sido fruto del más puro amor, no podría salir mal, y aunque así lo fuera conmigo nunca sabría que el mundo piensa mal de él. Y con todo, de qué hablas, debería salir predestinado a tener el mismo rostro que todos los hombres, ¿cierto?
Eso creo dijo mirando hacia abajo Lucio, pues sabía que al morir el hechizo se desvanecería, quizás su amada sospecharía la verdad, sólo esperaba que su hijo fuera en verdad fruto del más puro amor, esperaba que su amada lo perdonara y esperaba que Astargoth ahí tan sonriente en la puerta no pudiera llevarse su alma.
Con estas preocupaciones Lucio murió bajo la máscara donde ocultaba el rostro que odiaba.
Su amada retiró la mascara y beso en los labios a Lucio diciendo; “Te hubiera amado de cualquier forma y amaré a nuestro hijo sea como sea, ¿pero sabes qué? Nada puede salir mal con él, pues después de todo, creo siempre te amé”
Ella se sobó el estómago y se quedó largamente sentada junto al cuerpo de su difunto esposo, a quien tanto había amado. Y a quien no le había visto el verdadero rostro en tantos años.

Astargoth: ¿Que si tengo algo más que agregar a esta historia? No diré si finalmente pude
Llevarme el alma de este pobre hombre, creo debe quedar a la imaginación de cada uno de ustedes y juzgar si hizo bien o no Lucio con su deseo. La decisión está en ustedes.

miércoles, 21 de enero de 2009

!Es patético!

Me pediste que no lo publicara, pero tú y la demás gente debe entender, que es sólo un cuento…




Han pasado cuatro años, lo sigo repitiendo pensando que me ayudará a superarlo, que no he oído tu voz en tanto tiempo, que ya no he clavado mi mirada en tus ojos desde que peleamos aquella vez. En la que te pedí… supliqué que volvieras conmigo, que todo me daba igual, yo estaba dispuesto a perdonarte todo siempre y cuando me volvieras a acompañar, yo pudiera disfrutar de tus besos y caricias otra vez, por siempre.
Pero me rechazaste y otra vez me humillé por ti, me dijiste que lo nuestro había terminado hace un año y no había vuelta atrás, ya no sentías nada por mí y lo mejor era seguir cada uno su camino, cortar comunicación definitivamente y no hacernos más daño. Me arrastré y supliqué, fue la última vez que lo hice, pero definitivamente fue la más dolorosa y patética.
Desde entonces otras han pasado y mi vida ha seguido con cierta normalidad; mujeres, trago, universidad, libros, etc… de mucho he logrado y hecho, menos olvidarte.
Y cuando camino solo por las calles, como hoy por alameda es cuando tengo tiempo para pensar, recordar y volver a extrañarte, es ¡patético! Porque pienso que después de tanto tiempo tú ya no debes gastar tiempo en mí, ni en recuerdos buenos o malos, tu vida ha seguido mucho mejor que la mía de eso estoy seguro.
La mayoría del tiempo reflexiono cómo sería encontrarte en la calle, cuál sería mi reacción. ¿Me atrevería a saludarte? ¿Iríamos a tomar un café y hablar? ¿Sería lo correcto pedirte disculpas por todo el daño otra vez? ¿Qué sentiría por dentro? Me daría cuenta de que mi amor es más grande ahora que nunca o sería un despertar y despegar de aquella obsesión para seguir con mi vida por fin.
Algunas veces vago cerca de tu casa (si es que aún vives en Maipú) o por cualquier calle y creo verte, acercándote, alejándote o con alguien de la mano, luego me doy cuenta de que es una simple ilusión y esa es otra con otro de la mano tan felices como tú y yo deberíamos ser ahora.
¡Es patético y lo sé!, pero hoy con pleno sol dando en mi cara llegando al metro universidad de chile me he prohibido seguir cayendo en esas ilusiones, y aunque estemos en abril nuestro mes del amor, no voltearé ni pretenderé confirmar si eres tú quien viene frente a mí, sólo quiero entrar al metro y perderme hacia mi casa. Pero esa que veo caminando hacia mi es demasiado tú, en apariencia y esencia, es un ángel cualquiera y casi igual a mi recuerdo, pero seguiré adelante, ¡lo juro! Es solo una ilusión y ojala la última.
Pero esta maldita ilusión me toma de la mano con una sonrisa malévola y bendita, tal como la recuerdo, tal como la recuerdo…

Ella _Hola
Él _Hola (casi tartamudeando)
Ella _cuanto tiempo
Él _demasiado
Ella _ ¿qué cuentas?
Él _Mucho en realidad, ¿vamos a tomarnos un café?
Ella _voy un poco apurada, pero vamos.

Mientras caminamos e intercambiamos informaciones vagas e inútiles voy sintiendo que todo esto es un error, apenas me saludó debí salir corriendo como un soldado que prefiere otra guerra, porque de esta no sobreviviré. Es que verla me ha removido toda la psique, aún creo amarla, aún sigo deseándola, aún quiero compartir con ella cada momento de mi día y se ve tan linda hoy, ayer y mañana.
¡Es patético! Ella quiere seguir su camino y yo la he comprometido con un café en un día de treinta grados a la sombra.
Entramos al fin en un café corriente casi llegando a moneda, nos sentamos y pedimos rápidamente para acabar con el momento incómodo. Voy diciéndome que lo único que vale la pena confesarte es que te quiero, que estos cuatro años no te he podido sacar de mi mente y te quiero en mi vida de nuevo. Pero me callo todo esto, porque a estas alturas ya no serviría, cuantos abran pasado por ti y si en un año de separación cambiaste hasta hacerte irreconocible no quiero ni imaginar como serás ahora, una desconocida cualquiera.
Me mira tiernamente (la maldita) y me cuanta de su vida, de su familia y todos esos detalles, pero mientras algunas gotas de sudor bajan por su frente soy llevado cinco años al pasado, cuando las gotas no solo bajaban por tu frente, sino por todo tu cuerpo y mi piel era su contraparte que chocaba contra la tulla una y otra vez. Acostados en mi vieja cama en un día de abril como hoy bajo treinta grados de calor, dándonos más calor y amor, empapados hasta más no poder y con la música al máximo, pues escuchar nuestra propia sinfonía hubiera sido aún más pecaminoso. Días como eso son los que no puedo sacar de mi mente al despertar, al mediodía y al intentar dormir. Ahora contigo al frente tan bella y tan madura ¿Cómo me pides que me controle?
Me levanto sagazmente y me coloco a tu lado, me miras extrañada y no sabes que pasa. Te tomo del brazo, te levanto y te beso largamente, esos besos que tanto nos gustaban, mientras más tiempo pasábamos sin dárnoslos eran más largos, más húmedos y dolorosos. Después de cuatro años fue casi matarnos del placer hay en medio de un café en moneda, pero yo no quería acabar ahí…
Salimos casi corriendo del local y sabemos donde vamos, tomamos una micro cualquiera, la que sea y seguimos besándonos. Yo te llevo y tú te dejas llevar directo a mi casa. Ese día estoy solo, lo sospechabas.
Al entrar a mi pieza te quedas detenida y extasiada ante una verdadera máquina del tiempo, mi habitación sigue siendo el reflejo de un romántico soñador y te das cuenta de que en cuatro años no he avanzado nada, ¡nada!
Te tomo con rabia y te desvisto, mientras te voy besando vas soltando esos gemidos que tanto extrañé, voy viendo que has adelgazado y tu vas viendo que yo he tomado cuerpo. Te aseguras de que mi trasero siga donde siempre estuvo y yo taso tus pechos para asegurar que otros no los han descolocado, mientras te empujo a la cama y te sigo besando te pregunto lo mismo de siempre; ¿Con cuántos más has estado? ¿Te has vuelto a enamorar? ¿Has besado o has estado con más mujeres?
Me contestas todas las preguntas instantáneamente y las respuestas más desagradables y dolorosas son las que más me excitan y me prenden, por eso te castigo y sientes ese castigo por todo tu cuerpo como una bendición acompañada de tu sinfonía a cada momento más y más fuerte hasta ya no poder más.
Ahora tú me desvistes a mí y me montas, te gustaba tanto estar arriba eso lo recuerdo. Pero ahora me dominas con más fuerza de la que recuerdo y tus preguntas son las que me invaden ahora. Te las respondo todas con sinceridad y las respuestas que más te duelen son las que más te encienden.
Estamos todos empapados como hace cinco años y crees que he acabado, que volver a entrar en ti como un treinta y uno de octubre me vasta pero no es así. Debo darte el mayor castigo por no dejarte ver en cuatro años y osar seguir con tu vida tan plenamente.
Te tomo de la cintura y te doy vuelta, pretendes negarte pero te conozco y es lo que también quieres, boca abajo en mi cama respiras tímida y nerviosa, vuelvo a penetrarte por donde más me gustaba a mí y a ti igual, aunque lo negabas. Es que esta posesión era dominante y sólo cuando te dominé estuvimos bien.
Reboto y reboto, doy y doy más, ahogo tus gritos en mi almohada y cuando acabo dentro de ti te dejo un regalo. Me acerco a tu oído y te digo la verdad, esa única real y es que aún te amo…

Después de hacer esta confesión me despierto en mi tina, llevó media hora en la ducha con el agua caliente al máximo. Me encuentro sentado con el agua desbordándose, mi mano en tu posesión y mi regalo regado en el agua y rodeándome.
¡Es patético! Pero después de ocho meses separados lo único que me hace llegar a las nubes es una fantasía tuya, de dos, tres y a veces cuatro años.
Es patético, una fantasía tuya, al fin y al cabo siempre una fantasía tuya.

viernes, 16 de enero de 2009

Third Eye

“Escuchen, Creo que las drogas han hecho buenas cosas por nosotros, realmente lo creo. Y si tu no crees que las drogas han hecho buenas cosas por nosotros, hazme un favor; Ve a tu casa esta noche y toma todos tus álbum, todas tus cintas, todos tus CD’s y quémalos. Porque ¿Sabes algo? Los músicos que hicieron toda esa gran música que condujo tu vida a través de los años, la compusieron…
¡Muy drogados!”

Bill Hicks, comediante estadounidense.

Hoy día un joven drogado con ácido se dio cuenta que toda la realidad es sólo energía condensada a una lenta vibración. Que todos somos una conciencia experimentándose a sí misma de manera subjetiva. Que no hay tal cosa como la muerte, la vida es solo un sueño y no somos más que la imaginación de nosotros mismos.
Pasando a otro tema, aquí esta Tom con el clima…”

Bill Hicks.

“Y no es una guerra contra las drogas, es una guerra contra la libertad personal, ¿eso está acaso bien? Mantengan eso en mente todo el tiempo. Gracias.”

Bill Hicks.




Que maravillosa sería la vida en realidad si todo fuera un sueño, energía condensada vibrando lentamente, atrapada en nuestra mente que sería el universo, con nuestros pensamientos como cometas de un lado al otro. La muerte ya no sería un miedo al final del camino, porque ni siquiera habría un “dead end”.
Tal vez las drogas sean una forma de acercarse a esa realidad o a ese delirio colectivo que tantos comparten ahora, ese querer creer que no hay nada que temer, porque no hay nada ahí fuera de nosotros “El todo es mente, el universo es mental”
No lo sé en realidad, pues mis únicas drogas son el cigarro, el trago, los libros, la música y el amor. Pero sería interesante alguna vez extasiarte con sustancias alucinógenas, claro miedo me da porque en momentos de baja vida uno puede quedar atrapado en esas puertas que todos dicen se abren al probar la fuente de alunizaje. Ese “Dark side of the moon” que nos trajo tan maravillosa música conduciéndonos por años a experiencias maravillosas internas.
¿Se dan cuenta que podríamos estar viviendo la vida en sueño? O mejor dicho “la vida es sueño”
Todas esas caídas, todos esos llantos, todas esas risas, todos esos amores, todas esas borracheras, todos esos besos, todos esos golpes estarían sólo en tu mente que duda sobre creer mientras lee esto. Tu mente que junta letra a letra, una tras otra e intenta compartir conmigo este maravilloso sueño, porque tu mente quiere ser la protagonista de tu realidad, ser la única para ti.
Levantarse mañana en una nueva alba donde todo se deje atrás, porque tengo la capacidad de crearme una nueva vida, desechar la anterior y olvidar por fin todo lo que no quiero recordar más.

Salgo a dar un paseo con unas monedas en mi bolsillo, las voy revisando con mi dedo índice y me confirma que sí, que sí alcanza para llamarte, ¿de nuevo? ¿Seré tan estúpido? ¿Para qué? Si ayer toda la información entró directamente por mis ojos a mi mente, a mi universo, analicé cada parte de la caligrafía cibernética y todo se confirmaba otra vez, has cambiado demasiado…
Levantó, meto y marco; 53410XX, suena, suena, contestan, me dicen “espere un momento” que más bien se asemeja a la eternidad colgada. Contestas, te pregunto, me mientes otra vez, otra vez y una última, me dices “cibernéticamente hablamos mejor”. Claro está, siempre hay que conservar el decoro y las apariencias, en tu familia no pueden saber la verdad sobre ti, no no no.
Me subo a la aldea global, esa donde tanto charlamos cuando nos conocimos, esa por donde te lancé una botella que decía “¿quieres ser mi novia?”, esa que nos unió por dos años a la distancia, esa por donde peleábamos y nos decíamos “te amo”. Donde tantas veces nos herimos y por donde tantas veces leí la vedad sobre ti, que era la maldita realidad que no quería salir de tus labios a mis oídos.
Pero ahí llegas en tu barca y yo me subo a la mía otra vez para preguntar tontamente lo que ya sé.
Mas no vale darle vueltas en este momento, que me hayan dicho que te gusta, que tienes sentimientos por ella, yo ya lo presentía de antemano, desde que te vi mandarle un mensaje a fin de año. Tanto hablabas de ella y tanto me mirabas con los ojos perdidos en otro lugar, como en una fotografía quemada.
Al final lo reconoces entre líneas y debo ajustar los ojos para leer el mensaje de barca a barca.
Sí, te atrae según tú (que es lo mismo que gustar), dices que no la besarías, pero cuantas veces lo has dicho antes.
Ya todo da igual, porque ya sea sufriendo a través del teléfono (unos cuantos cables de más), Internet (un mundo espacial más) o en persona (mentes juntas, qué más da) Si todo fuera cierto, vibración más o menos lenta, virando a rápida y otra vez lenta para morir. Cabe entonces la posibilidad de controlar este dolor, controlar esta verdad y transformarla en mentira, desecharla y seguir adelante. Reciclar todo lo tuyo y pretender que soy feliz, lucir una linda sonrisa a las cámaras que me esperan, seguir escribiendo que soy feliz, ¡Ho que dichoso soy!, y seguir caminando en un mundo feliz, donde todo es de papel y esta escrito con amor en letras negras tintadas.

Mañana tomaré un viaje a Rancagua, tierra de las aventuras, del olvido y recuerdo en una misma noche, desde donde clamé por ti hace meses cuando más te extrañaba. Te lo confesé en dos historias donde decía que cada viaje para mí es la oportunidad de pensar en ti, de rememorarte y llegar a Santiago desesperado por verte, sufrir, sufrir…
Pero esta vez prometo será diferente, esta vez prometo abrir mi tercer ojo, absorber todo lo circundante y hacerlo algo bueno, algo que perdure, me traiga como un hombre nuevo.
Quizás nunca vuelva a ser el mismo, ahora todo para mi será una vibración más en el universo tangente. Y ahora que lo pienso así era antes para mí, cuando en octavo leí el Kyballion, con mis amigos los poetas muertos en el liceo nacional. Lindos recuerdos donde todo entraba por los sentidos y salía entre ojo y ojo, por un tercero compartiendo todo con otros universos.
Eso fue olvidado hasta este día, donde ya no quiero que me importe quien te guste, qué hagas ni con quién. Porque ¿sabes algo? Era más feliz en ese tiempo, era todo más fácil cuando se vivía en una conciencia colectiva, subjetivamente analizándose a sí misma.
El mundo a mi alrededor eran sólo palabras y yo las leía como dentro de una Matrix, el amor, la alegría y esas cosas que los medios de comunicación tratan de tergiversar eran asimilados por mí y mis compañeros de literatura como meras señales vagas, de neurona en neurona.
La felicidad era más fría así, pero más asimilable, como una cerveza tibia después de leer rayuela. Así era la felicidad que trato de poner como algo químico, que aún así busco y trato de atrapar. Persiguiendo.

"Es tan bueno verte
Te he extrañado tanto,
es tan bueno que haya acabado al fin.
Te había extrañado mucho,
Ven afuera para verte jugar,
¿De qué estas huyendo?”

Lyrics, The Third Eye – Tool.

El extrañar no debe pasar de la costumbre, esa de tenerte frente a mis ojos para que mi universo pueda asimilarte completa. ¿Los besos? Una forma de quitarte el aire, intentar eliminarte, para que nadie más pueda asimilarte como yo lo hago, ni menos que tu lo hagas con otro(a).

“Rezando para abrir mi tercer ojo

Es tan bueno verte otra vez,
Pensé que te estabas escondiendo de mí
Y tu pensaste que yo estaba huyendo de ti,
Persiguiendo la cola del dogma,
Abrí mis ojos y ahí estabas”

Lyrics, The Third Eye – Tool.

Yo pensé que tú pensaste que nosotros pensábamos que ¡Da lo mismo! ¡Es todo igual! Una letra tras otra, una tras otra, persiguiéndose, queriendo juntarse para formas las palabras que debes leer, para pensar, siempre para llegar a una conclusión.
¡Es todo igual!
A excepción de que abras tú tercer ojo.

jueves, 15 de enero de 2009

A la media noche

Su piel era suave, demasiado suave para ser verdad, y mientras la tocaba se daba cuenta de lo fría que estaba en realidad. Le molestaba que su rostro dijera lo contrario, que su rostro esbozara una sonrisa, una bella tajada lado a lado mostrando alegría, jubilo y con todo eso ella seguía fría.
Él se preocupaba de hacerle recordar viejos tiempos, que ella viera su sonrisa también mostrando felicidad interna, pero con todos sus esfuerzos ella seguía inerte ahí entre sus manos. Por más que la acariciara, besara y dijera bellas palabras al oído, Antonia seguía lejana, como en otro lugar y en otro tiempo.
Todo esto claro le preocupaba y molestaba, es que pocas veces ella se había resistido a sus caricias, a sus arrumacos con tanta pasión y en esta noche que él tanto la necesitaba, Antonia parecía más esforzada que nunca en mostrar una indiferencia fría y petrificada. Sin dejar de sonreír la maldita, ¿pero por qué sonríes? Si ya no nos queda nada más que los recuerdos y el dolor.
¿Qué quiere mostrarme tu sonrisa? Tan cálida a la vista, pero tan fría al tacto y eterna a la melancolía. ¿Pretendes decirme que estás mejor sin mí? ¿Que tu vida ya tiene nueva luz y mis caricias te apestan?
Si es así quita esa sonrisa bastarda de tu rostro, no pretendo seguir torturándome y no pretendo seguir teniéndote entre mis dedos si ya no lo deseas.

Al momento de decir esto, Andrés prendió fuego y lanzó a las brazas a Antonia.
Andrés no pudo quitarse en toda la noche una sonrisa fría, inerte y melancólica. Para siempre volvería a él esa sonrisa, siempre que recordara como ardió esa noche la última fotografía de Antonia que conservaba, esa donde salía tan bella y tan sonriente…

martes, 13 de enero de 2009

Noelia

Ella le había dicho que no había nada interesante que escribir sobre ella, ella no sabía que hay algo importante que decir sobre todo lo que tiene presencia en este universo, incluso sobre lo que no lo tiene.
Ella no se había percatado del toque especial que le daba a este mundo, quizás un toque invisible con una mano recatada, pero un toque no por eso menos especial que el de los fuegos artificiales a fin de año y de los abrazos hipócritas entre todos. Algún día alguien notaría su toque.

Ella no se había dado el tiempo suficiente para escuchar su voz, tan diferente y tan igual a la de todas a la vez, una voz que dejaba entre ver algo más, pero que buscaba ocultarse como ella misma.
A ella le habría acobardado escribir sobre sí misma porque quizás le habría asustado lo que pudiera encontrar, pero ella no sabía que dentro de sí había mucho por valorar, ella intentaba no verlo, intentaba no aceptarlo pero algún día alguien tendría que hacérselo entender.

A usted le parecería raro que una mujer así este sola, una mujer que tiene tanto por entregar, pero a usted le digo que todas las cosas tienen su tiempo, incluso una mujer así tiene su propio caminar y avanza a su ritmo único por las veredas de su vida.
A ella quizás todo esto y la forma de ponerlo por escrito le parecería cómico, pero es a la vez esa risa sobre todo y nada, lo que hace especial su risa, especial lo que su risa toca.
A mí me gustaría ver su expresión al absorber con entusiasmo y lujuria una buena película, ver también su repulsión por una mala producción que de todas formas no puede cambiar ni parar porque necesita ver el final, siempre necesita ver el final, especialmente de las cosas malas.
A todos nos gustaría entenderla mejor en sus reflexiones, sus verdades y falsedades pero si ni ella quiere entenderse ¿cómo hacerlo uno?
Ella pensará ahora mientras lee esto que yo hice pensando en ella, que tal vez ella pudo hacerlo mejor, ella pudo escribir sobre ella misma de manera más prolija, ¿entonces por qué no lo haces? Si yo no te conozco tan bien pero creo hacerlo, quizás porque anhelo que así sea y por eso imagino que así es.
Por todo eso te escribo esto, para incitarte a escribir sobre ti misma porque tal vez yo no lo hago tan bien como creo o imagino.

Ella reflexiona sobre estas palabras y se decide a hacerlo, a escribir sobre ella misma que es sobre lo que más tiene por escribir.
Usted estará ansioso al leer esto también como yo por leer lo que ella estará por regalarnos, porque de seguro será hermoso, de seguro ni ella espera ver en el resultado algo como lo que nosotros estaremos esperando.
Nosotros te decimos que nada puede salir peor de lo que no se hace, que así siempre ha sido y ojala permanezca así.

La recuerdo a ella escuchando lo especial que son sus ojos como si fueran palabras vacías, tal vez la repetición de los hechos aburra un poco y ese hecho sobre tus ojos lo has escuchado demasiado. Pero no permitas que eso opaque la verdad, que es la realidad sobre la maravilla de tus ojos. Y si no lo crees cuando te lo dicen mírate bien al espejo al despertar. Mírala a ella que no deja de mirarte a ti esperando que la conozcas, que la describas, que la ames, que la aceptes.

Ella no dejaba de bailar mientras caminaban por la ciudad, ella iba como perdida esperando que la encontraran, ella era en realidad algo especial…

Pensativa

Para A.L, que me pidió que esta vez no muriese nadie. Más que mis sueños…


Antonia iba sentada en el Transantiago, más bien atrapada en el asiento del 401 o el 413 con una fuerza mayor que la gravedad.
No podía ordenar del todo sus pensamientos y por mucho intentarlo en el fondo sabía que no lograría hacerlo, pues el curso de sus acciones ese día la había sorprendido a ella misma, aunque también en el fondo, al salir de su casa unas horas antes a su destino conocía el final del día, no podía hacerse la inocente, una reunión de esas características debe terminar de la forma que lo hizo.
Tampoco podía sentirse del todo culpable, sino más bien extraña y con la bizarra sensación de haber cometido un delito cuando en realidad no pudo haber sido así.
Es que hace semanas no sabía nada de él, de quien antes robaba sus besos, el que los había robado por tantos meses, ahora ese maldito le estaba hurtando a otra mujer sus pasiones y no podía recriminarle nada cuando se enterara, ¿cierto?
Podía llamarse coincidencia que el primer hombre que besara después de tanto tiempo en una exclusividad bucal fuera el mejor amigo del maldito. Coincidencia, ¡debía serlo!
Pero también en el fondo Antonia sabía que la elección de ese pintor en particular (mal pintor) se debía a una elección inconsciente, maléfica, con un fondo turbio y bien ordenado. Ya que sabía mil formas de poner celoso al músico, millones en realidad, pero de todas a elegir sin darse cuenta tomó la que más le dolería, a pesar de que el músico ya proclamaba cariño y más adelante amor por otra mujer, al enterarse del “engaño”, de la “traición” y “difamación” de Antonia, no podría más que sufrir y celar de una manera nunca antes vista.
Lo que Antonia no sospechaba es que la magnitud de los sentimientos encontrados que iba sufrir el músico iban a ser mayores de los planeados, tanto por ella como por el pintor.
Ya que ese otro maldito también tenía deseos de venganza y provocar celos, por otras razones claro… Razones igual de crueles e infantiles, y aunque el pintor se creyera algo más grande y maduro de lo que en verdad era, en realidad no había visto el abismo de todas las cosas y escribía y pintaba sobre ellas como fiel conocedor.
Antonia reflexionaba sobre todo esto y más, buscaba dilucidar si había hecho todo esto por celos y por sentimientos aun existentes por el músico (la respuesta inmediata y falsa era que no), intentaba ver si el pintor era el hombre para ella, si en verdad le gustaba y sus besos eran mejores que los del músico (gustar quizás, lo de los besos, absolutamente falso). Pero lo que en realidad más incomodaba era cómo iba a contárselo al músico.
Sabía que debía hacerlo por una cuestión moral y búsqueda de la verdad siempre en su interior. Sabía también el berrinche infantil que iba a armar el músico, aunque no tenía justificación ni razones para hacerlo.
A pesar del dolor que iba a provocar obviamente que Antonia hubiera escogido al pintor por sobre otro hombre para dar su primer beso después del amor, el músico debía aceptar que él ya estaba con otra mujer, y que lo mejor era bendecir le felicidad de Antonia, fuese con quien fuese.
Antonia conocía como la palma de su mano al músico y sabía que nada de esto era posible. Él finalizaría su relación con la cantante en un intento patético por recuperarla, pues más allá del amor él no querría verla con otro hombre, menos con su mejor amigo, esa era la espiga en la frente del músico, y Antonia lo sabía bien, muy bien.

Antonia apoyaba su cabeza contra el vidrio y pensaba en su amiga, quien gustaba del pintor y también había sido traicionada esa tarde, ¿cómo decírselo a ella también? ¿Cómo esperar su comprensión? Cuando en ese momento ni ella misma se comprendía.
Entre risas crueles recordaban el baile en la sala de estar en la casa del pintor, el baile malo y fingido que el pintor habría hecho con cuanta otra mujer y ahora repetía con el amor de su mejor amigo. Tomando con cariño la cintura y la mano contraria, rozando la cara contra la cara de quien deseaba besar con toda su pasión.
Antonia había aceptado el beso del pintor como algo de lo que no se podía escapar, habían sido en realidad varios besos húmedos que luego el músico repasaría con intentos suicidas por su mente una y otra vez, ahogando las lágrimas y el odio contra la almohada.
Antonia pensaba lo dulce que habían sido los besos, pero que ahora dejaban un sabor en realidad agridulce que no podía terminar de entender…
Ese sabor agridulce debía ser la culpabilidad, pero sólo por su amiga, porque el músico no debía reprocharle nada, él sólo debía limitarse a sufrir y ahogar lágrimas, a sufrir y volver por ella.
Por otro lado su amiga si tenía derecho a sentirse mal con el privilegio de reprochárselo y quizás (lo más probable) nunca perdonarla.
Pero no, ¡no!, ese sabor agridulce provenía de otro lado, más abajo del estomago y más arriba de las rodillas, provenía de un templo sagrado que puede exhalar los más dulces licores y los más amargos manjares.
Era el gusto que deja la venganza en el cuerpo, la venganza; Un plato que debe servirse frío, pero con cuidado de que no caiga mal al estómago.

Antonia al bajar del Transantiago y caminar los últimos pasos a su casa repasaba ciertas frases claves dichas por el pintor; “¿le vas a contar cierto?” “¿crees que se moleste?” “¿cuándo se lo vas a decir?”
Tanto interés por el asunto, cuando era mejor mantener el secreto, nunca confesarlo a nadie y mejor aún, jugar a escondidas al amor.
Quizás así se iba el sabor agridulce que ahora le revolvía el estómago, porque ojos que no ven, corazón que no siente. Así nadie más sufriría ni celaría. Serían sólo ella y el pintor, solos los dos con sus resentimientos, la falsa pasión y el espejismo que ella veía en él. Que no terminaba de ser más que el mal reflejo del músico, a quien ella anhelaba en su interior. No atreviéndose a aceptarlo, pero anhelándolo.
Con todas estas reflexiones mejor no mantener el secreto y mantener el acuerdo, el contrato tácito entre ella y el pintor. Todos debían enterarse, todos debían murmurarlo y uno debía sufrir y retorcerse.
¿Se vengaría él también con ambos luego?
Antonia se tranquilizaba pensando que cuando un hombre ama de verdad a una mujer, la venganza de este no pasa de un pinchazo en el pie, cuando se ha recibido un escupitajo en el alma.
Así que duerme tranquila mi dulce niña de los pies de azúcar, que cuando se ama de verdad uno termino perdonando todo (nunca olvidando), pero superando el asunto, hasta que un día otra vez seas mías, como nunca debiste ser de él.

lunes, 12 de enero de 2009

Duende

Cosas como estas no le pasan a cualquier persona, y cuando todo comenzó una calurosa tarde de enero, comencé como la mayoría haría por negar de entrada todos los sucesos, hacer un llamado a la cordura y encontrar la respuesta más obvia a los hechos, sugestión, descuido o en última instancia una jugarreta infantil pero bien preparada por mi hermana menor.
Como sea, las primeras cosas extrañas fueron ropa sacada de mi closet y dejaba dispersa alrededor de mi cama o arriba del computador en mi habitación, mis libros desordenados y sacados de su lugar en mi pequeña biblioteca, pues tengo cada libro en su sección correspondiente (fantasía, ciencia ficción, filosofía, etc…) Muchas veces al entrar en mi pieza al anochecer encontraba mi teclado en medio del piso o la guitarra de mi hermana sobre mi cama, ahí fue cuando empecé a sospechar de la pequeña traviesa, al principio solo la regañé un poco y le pedí que cesara con sus jugarretas, que al principio habían sido divertidas y me habían desconcertado pero ya me estaban hartando. Ella hizo como que no me escuchaba, esto no era novedad, y se fue indignada a su habitación, por lo que me quedé como tantas tardes de enero ordenando el desastre.
Con el pasar de los días las bromas no solo no cesaron, sino que aumentaron y decidí hablar con mi madre sobre el asunto, ella muy seriamente retó a mi hermana y pensé que sería suficiente para terminar con el problema. Pero para mi mayor indignación las bromas ¡siguieron! Pero lo que más me extraño es que mi hermana había entrado a trabajar hace pocos días, y nadie más entraba a mi pieza, muchas tardes me quedé en mi casa solo leyendo o escribiendo por lo que pude vigilar mi habitación con mucha atención, pero las bromas seguían y seguían.
Libros abiertos y rayados, marcados en ciertas páginas que extrañamente me habían marcado al leer yo esos libros, así que empecé a sospechar de fuerzas sobrenaturales, ya que ninguna persona sabía exactamente con tanta certeza que página de qué libros podrían dejarse abiertas para sorprenderme, como cuando encontré “cuentos completos de Cortázar tomo II” abierto en la página 381.
Para ese entonces ya tenía miedo de entrar a mi habitación y mi familia empezó a preocuparse por mi, pues cada vez retrasaba más la hora de subir al segundo piso de mi casa y acostarme definitivamente. Cuando antes era todo lo contrario, sacarme de mi habitación era un problema, porque siempre estaba Internet, mi teclado, la guitarra, los libros, o si, los libros siempre ellos.
Cuando le conté mi problema a mi abuela y ella constató en terreno las evidencias de mi suplicio, me habló de teorías delirantes y aunque completamente absurdas más de una quedó recalando en mi mente, menos podía entrar a mi pieza luego de escucharlas y menos podía dormir siquiera en mi cama.
Teorías sobre fantasmas, poder psíquico, ¡el diablo!, pero definitivamente el que más acepté (no sé por qué) fue el de los duendecillos.
Según mi abuela eran seres mágicos pequeños que habitaban los jardines de lugares campestres, tal cual es mi casa. Claro yo ya conocía toda la historia de los duendes, también de elfos, ogros, etc… Después del señor de los anillos ¿qué ser humano normal se queda fuera de estos asuntos?
La cosa es que conocida o no la historia me pareció bastante acertada, también quizás porque era la menos terrorífica.
Ya conocida en teoría la raíz del problema la preguntara era ¿cómo acabar con el mismo?
Mi fiel y siempre útil amigo “Wikipedia” me dio varias soluciones; colocar un sombrero con azúcar para atrapar al duende (aunque en realidad yo no quería verlo, pues soy muy miedoso), colocar una moneda de oro para que el duende la tome y se valla (¡de donde diablos sacar una moneda de oro!), realizar un hechizo para contactarse con el duende y pedirle que se valla (parecía la más lógica, pero a la vez peligrosa -> magia, brujería, fantasmas…) o simplemente esperar que el duende de señales de qué es lo que quiere y facilitárselo.
Pensé que lo mejor sería dejar que el tiempo pasara y que el duende dejara ver qué es lo que quería.
Hasta que repentinamente y sin aviso al despertar una mañana de sábado vi junto a mi almohada cumbres borrascosas abierto en el capítulo más doloroso, y una nota escrita con linda caligrafía que decía “Yo también pasé por lo mismo”
Era todo tan claro, quizás el duende o la duende quería compartir conmigo mis libros, sus experiencias y cuanta cosa más. Desde ese día iba sintiendo una tranquilidad cada vez mayor y el miedo fue desvaneciéndose. Ya no me importaba encontrar los libros abiertos y rayados en ciertos capítulos, páginas y hasta palabras, pues me hacía sentir menos solo, porque aunque suene triste alguien me comprendía y compartía mi dolor, aunque fuera una criatura que en realidad no podía estar ahí, no podía ser real todo eso, pues si de verdad estaba ahí sólo podía significar que yo estaba loco.
Pronto tomé la costumbre de dejarle siempre al salir en mi librería pequeña un vaso con leche y unas pocas galletas, siempre al volver no estaban ni la leche ni las galletas. Hasta que cierto día encontré una nota que decía “se agradece mucho la atención, pero en vez de leche ¿podría ser coca cola? Soy algo alérgica a la lactosa, se agradece de antemano”
Así que no sólo era una duendecilla, sino además educada y de buen gusto.

Una noche al terminar de escribir un poema para Antonia, acostarme y llevar dormido no más de diez minutos calculo, escuché ruidos, como de pasos debajo de mi cama. Estaba muy asustado como es natural, pero luego deduje que sería mi duendecilla dando un paseo por mi pieza al pensar que yo ya estaba dormido. Le seguí el juego pues y me quede muy quieto y dejándola libre que hiciera su rutina habitual, a ver que sorpresa me tendría preparada para la mañana.
Puse mucha atención y logré escuchar como abría las puertas de mi closet, no quise abrir los ojos porque creo había terminado la magia de mi pequeña amiga, aunque fue fácil llegar a la conclusión de que esta noche no tenía ganas de leer, sólo de desordenar mis cosas como hace tanto tiempo no hacía.
Sin darme cuenta me dormí y desperté al otro día muy temprano, casi con la salida del sol y vi junto a mi cama una de las viejas cartas que Antonia me había mandado cuando aún éramos pareja.
Releí la carta como hace muchos meses no lo hacía y creo caí en la melancolía, era una de las cartas no de amor, sino donde me decía que nuestra relación había sido ya demasiado larga, que nos habíamos hecho demasiado daño y era tiempo de cada uno seguir su camino sin volver a hablarnos. Al final de la carta la duendecilla había escrito algo; “Cuanto lo siento, te repito yo también pasé por algo semejante, cuanta pena me da”
La duendecilla había encontrado un nuevo material de lectura entretenida, las viejas cartas de amor y desamor que Antonia me escribió hace tanto tiempo, y releerlas junto con mi amiga invisible fue una experiencia sanadora, cada vez que volvía a abrir las viejas cartas amarillas del pasado, soltar lágrimas y luego reír, era como una terapia que me iba curando viejas heridas.
Un día quise compartir mis verdaderos sentimientos con la duendecilla y antes de salir deje prendido el computador en mi habitación, le dejé las páginas Word donde guardaba todos mis poemas y cuentos escritos para Antonia.
Ese día no llegué a mi casa, pues la fiesta había estado demasiado buena, pero cuando llegué al día siguiente vi un montón de pañuelos húmedos sobre el computador y una nota sobre el teclado que decía; “Me has conmovido, en algún otro mundo, cuando ambos seamos gatos debemos estar juntos, lo sé, pero ahora solo me resignaré a admirar lo que escribes, lo que lees y lo que eres. Ah… antes de que se me olvide, Antonia es una sonsa y me cae mal”
Desde ese día en adelante mi duendecilla andaba dejando pañuelos mojados por toda mi habitación y creo podía sentir su pena que me llegaba, por otro lado cada vez que ella leía algunos de mis libros en al sección “melancolía” o leía alguna de las cartas que Antonia me mandó o algún cuento que yo le escribí a ella, mi tristeza iba pasando y yo iba olvidando poco a poco a Antonia. Aunque me preocupaba mucho ir viendo el estado cada vez más deplorable de mi pequeña amiga, cada día comía menos y de noche casi no la sentía jugar por mi habitación y ya casi no desordenaba mis cosas, sólo leía y leía. Hasta que un día ya asustado por su estado decidí esconder todas las cartas y no dejarle más prendido mi computador, veté la sección “melancolía” y sólo dejé a su vista libros de Coelho y Bárbara Wood, para que subiera el ánimo y dejara de sufrir. Me recordaba a mí hace unos cuantos meses y me parecía patético, creo que muchos a mí alrededor se debieron haber sentido así conmigo pero nunca me dijeron nada, así que yo tampoco lo haría con mi duendecilla.
Pero nada parecía funcionar, cada vez que entraba a la pieza sentía un aire pesado, como de sufrimiento agonizante y más de una vez en la noche sentí sollozar a alguien bajo mi cama.
Una noche en particular el llanto se escuchó más fuerte de lo normal y sentí mucha pena también, entonces comencé a tararear una canción de Pearl Jam, que algunas veces me sube el ánimo y otras veces me las baja, pero mi duendecilla me replicó tarareando con una voz mucho más hermosa que la mía “Black” y luego “Snuff” de Slipknot, lo que significa que había estado incursionando sin que yo me diera cuenta en mi computador, había leído los dos temas más tristes para mí y ahora también compartía esa pena conmigo. Por lo menos por esa noche no había nada más que hacer.
Al despertar tomé la determinación de comenzar a escribir cuentos y poemas alegres todos dedicados a mi duendecilla, con la intención de reanimarla y evitar que hiciera alguna estupidez como tantas veces yo lo pensé cuando estaba con el ánimo por el suelo como ella.
Todas las noches antes de dormir le leía un cuento y un poema con la esperanza de que al otro día me dejara alguna nota dándome a entender de que estaba mejor, pero siempre al otro día no encontraba nada más que pañuelos mojados, parecía que nada funcionaba.
Ya me daba miedo salir de mi casa y dejarla sola por mucho tiempo, pues la soledad en estos casos no ayuda mucho. A mi no me ayudaba.

Una mañana de sábado mi mamá me comunicó muy alegre que el domingo partíamos de vacaciones a Pichilemu, lo que en un momento me debiera haber provocada una gran alegría (pues adoro veranear en Pichilemu) ahora me dejaba una gran preocupación, pues ¿quién cuidaría a mi duendecilla? Había sido una gran compañera todo este tiempo y la única que me había entendido y compartido conmigo a cabalidad mis penas. Ahora debía dejarla sola una semana con el peligro de que su sufrimiento aumentara e hiciera alguna tontera.
Claro no podía hacerse nada más que tomar las precauciones del caso; Esconder todo material peligroso y dejar el computador sin el cable de energía, dejarle escritas algunas notas de ánimo y algún regalo que la hiciera sentir especial.
Al salir de mi pieza el domingo por la mañana para ir a Pichilemu, le lancé un gran beso y me fui con la esperanza de que cuando volviera ella estuviera mejor.
No considero importante relatar qué tal fueron mis vacaciones, pues estuve todo el tiempo pensando en mi duendecilla y en volver luego para estar con ella.

Cuando llegué luego de una semana de nervios y miedo, corrí hacia mi pieza y al abrir mi puerta el espectáculo fue horrible, mi alfombra tenía unas manchas verdes que iban desde mi armario hasta debajo de la cama, encontré una nota al lado de las puertas de mi armario que decía; “Siento tener que dejarte, pero creo no poder soportar más… esto lo estoy sufriendo mañana, ¡esto lo estoy sufriendo mañana! Y ayer, perdóname y nos vemos en otra vida, cuando ambos seamos gatos, con cariño tu duendecilla”
Comencé a llorar desesperanzado, me había dejado la única gran alegría mía en mucho tiempo, al arrodillarme y mirar hacia el suelo pude observar una manita que salía desde debajo de mi cama para afuera como sosteniendo algo, era solo una pequeña manita que sostenía un dibujo hecho por mi cuando estuve más triste por Antonia, un dibujo que nunca le mandé con un contenido secreto que tampoco revelaré aquí.
Desde el cuerpo de donde debía provenir la manita, salía el líquido verde que manchaba mi alfombra…
Creo que las penas de los humanos no están hechas para ser soportadas por seres tan nobles e inocentes como los duendes.

domingo, 11 de enero de 2009

El otro dentro de Mí


Esta es la historia de mi vida, aunque cuando digo vida en realidad quiero decir la vida de algún otro ser que se esconde dentro de mi, porque así ha sucedido extrañamente conmigo. Por decisión propia, tomada a conciencia en el nombre del “amor”.

Sucedió que nos juntamos y no nos pudimos separar en dos años, llegué a amarte mucho y tú también a mí al parecer. Fuimos muy felices y todas esas cosas cursis que se pueden decir cuando uno está emparejado.
Relatar toda esa etapa empalagosa e irrisoria nuestra me produce una flojera inmensa o quizás un miedo de que llame la melancolía a la puerta y yo le abra como muchas otras noches, así que mejor dejo todo ese periodo a la imaginación de quien lee.
Lo importante es que un día definido terminamos, creo lo teníamos anotado en la agenda para no olvidarlo, después de duros meses en nuestra relación era algo que todos (especialmente nosotros) veíamos venir.
El término en principio me dejó un gusto dulce, pues creía iba a ser mi existencia sin ti más feliz y de hecho así lo hubiera sido, pero los sentimientos y su dominio en nuestra mente son algo que dominamos conciente o inconcientemente. En mi caso particular las dos formas se fusionaron con el único fin de hacerme triste, el hombre más triste sobre la tierra.
Muchos, en realidad todos los que han sufrido por amor me reclamarán que cuando se nos ha roto el corazón uno se siente el más sufrido sobre la tierra, que nadie nos comprende y no hay salvatoria o escapatoria. Algunas veces ese sentirse atrapado entre la mente y el corazón, entre el llanto y el grito, entre la cama y la almohada, entre los recuerdos y el olvido traen como consecuencia la depresión, luego la desesperanza y en última instancia el suicidio. En mi caso estuvo todo muy cerca de eso y a la vez lejos.
Se identificarán conmigo si digo que me arrastré, me rebajé, que muchas veces te pedí y rogué tu perdón (cuando el perdón debía ser mutuo) para que me volvieras a aceptar. Creo que perdí la cuenta de los días cuando estos se hacían interminables y la suma de los mismos parecía la eternidad. Al final me cansé y creo que la contabilidad de los hombres dijo que por diez meses no te dejé en paz.
La verdad cierta es que cuando me diste el último no rotundo caí casi en la locura y busqué ayuda en donde no debía.
Un buen amigo, de esos amigos entre comillas, me dio la dirección de una señora experta en estos casos. Atendía en una casa vieja y tétrica en el centro de santiago, entre unas calles dentro de otras calles que formaban un laberinto del que quise escapar muy tarde. Una vez allá dije; “!qué demonios!” ya estoy aquí, ¿qué puedo perder?
El alma podía perder pues, el alma y mi vida.

Resultó ser que la señora que se hizo llamar Matilde, era una bruja experta.
Según ella tenía la cura y las respuestas para todos mis problemas. Dijo ser una gitana que había sido expulsada de su comunidad por los celos que provocó su gran conocimiento del mundo esotérico. Claro no creí ninguna palabra y desde entonces quise irme lo antes posible, pues no solo estaba seguro de que ella no podría ayudarme, sino que también estaba seguro del gran miedo que me dominaba.

Por alguna extraña razón Matilde me hacía tiritar y presentía que al verme a los ojos podía ver dentro de mí. Todo pura sugestión me repetía, todo pura sugestión.
Matilde me pidió amablemente que me sentara en una silla junto a una mesa con una bola de cristal en el centro, todo como sacado de una mala película gringa.

Ella se sentó en el lado opuesto en la mesa dijo que le contara mi problema.
Le relaté mi historia con Antonia, todo con lujo de detalles, y mi gran problema ahora, la incapacidad de olvidarla y seguir con mi vida adelante.
Al terminar el relato unas lágrimas lastimeras se asomaron en mis ojos y pude ver como Matilde también sollozó junto a mí, me hizo sentir acompañado y llegué a pensar que después de todo haber venido (me ayudaran o no) no había sido tan mala idea.

Matilde me miró con ternura a los ojos y lo que en principio me había parecida una vieja loca y tétrica, ahora se me asemejaba a una tierna viejita que en realidad quería ayudarme.
Matilde me miró y me dijo que mi historia la había conmovido, dijo que muchas personas venían con historias similares de amor y sufrimiento a pedirle ayuda. Que de hecho su principal fuente de ingresos eran las penas de amor. Pero que nunca hasta el día de hoy un joven le había relatado una historia tan triste, tan bizarra y desgraciada. Sentía que debía darme la mejor de las ayudas y me iba a dar su más oculto secreto.

Saco de entre su falda dos botellitas pequeñas, una con un líquido azul y otro con un líquido rojo. Matilde me contó que a la mayoría de la gente que venía a verla y pedirle ayuda, ella sólo les facilitaba la botellita con el líquido azul. Que era una extraña pócima preparada por ella y su forma de utilización era muy simple. Había que introducir en esa botella una hoja de higuera, dejarla remojando unos minutos y luego comerse la hoja. El resultado sería sacar del corazón a la persona en quien se pensaba mientras se tragaba la hoja.
El resultado era efectivo y rápido. Durante años Matilde ayudó a miles de jóvenes y viejos con esta pócima, nunca recibió un reclamo o el pedido de la devolución del dinero. La gente siempre se iba contenta y muchas veces volvían con regalos y a contarles como había cambiado su vida bruscamente. De un día para otro habían dejado de sufrir y ya no sentían nada por la persona que antes tanto las había lastimado. Muchas de esas personas llegaban contando también que incluso esos viejos amores volvían pidiendo volver y proclamando nuevo amor, y los que habían tomado la hoja de higuera con la pócima no habían tenido ni que pensarlo al dar un rotundo y siempre doloroso no.
Matilde dijo que obviamente ese no era el gran secreto que me tenía preparado, esa pócima ya había pasado por muchas manos y para mí tenía algo quizás mejor, pero más peligroso.

Entonces me habló de la otra botellita con el líquido rojo. La forma de utilización parecía ser la misma, introducir una hoja de higuera, dejar remojar y luego comer. Pero el resultado era el distinto.
Luego de comerse la hoja uno se transformaba, cambiaba completamente su forma de ser y se convertía en la persona ideal, la personalidad de uno se hacía la idónea para conquistar a la persona en la que uno pensara al comerse la hoja.
Es decir, si yo al tragar la hoja pensaba en Antonia me transformaba en el hombre de sus sueños en cuanto a la personalidad, el plano físico se dejaba de lado, pues Matilde me dijo que el cambio era tan rotundo y especial que si uno pensaba en la mujer más hermosa y difícil de conquistar esa mujer no podría resistirse a los encantos dados por la pócima. Uno transmutaba en el hombre de los sueños de tal mujer y esta olvidaba el plano físico para enfocarse sólo en lo perfecto que era el hombre ante sus ojos que decía lo correcto en el lugar y momento perfectos para dejarla
estupefacta y enamorada.
Pero esta pócima tenía tres problemas o contrariedades. Por un lado el efecto duraba unas horas, entre diez a doce horas, por lo tanto había que estar comiendo hojas de higuera constantemente para mantener enamorada a esa persona, como mínimo una hoja al día mientras se estuviera con esa persona.

El problema inmediato a este era el cambio de personalidad que podía extrañar a las demás personas alrededor de uno, pero dejando de lado eso el mayor problema y último era que al terminar el efecto de la esta pócima uno no recordaba nada de lo sucedido.
Cuando Matilde dijo esto la miré extrañado y sin comprender a cabalidad lo último mencionado le pedí que me repitiera el problema final.
Matilde dijo que; “Cuando comes la hoja te transformas en otra persona, es como si la pócima lograra sacar esa parte de ti que esta escondida y que es la parte de la que Antonia en este caso podría enamorarse otra vez. Pero al transformarte en esa otra persona es como un desdoblamiento, es decir todo lo que vayas a vivir con ella mientras te has transformado es como si lo viviera otro hombre y al pasar el efecto no conservarás recuerdos de lo sucedido, las experiencias que tuvieron, los besos, las conversaciones, en resumen nada de eso quedará en tu memoria.

Ese es el castigo de poder tener a tu lado a la mujer que amas, la tendrás contigo con la posibilidad de almacenar recuerdos sólo cuando no estés bajo el efecto de la pócima”
Cuando Matilde terminó de enumerar y explicar los problemas me di cuenta de que el tercero era un problema mayúsculo.
Porque el primero se solucionaba teniendo en casa una higuera y guardando muy bien la botella con el líquido donde nadie la encontrara. El segundo daba igual, pues si lograba tener a mi lado a Antonia otra vez los demás daban igual. Pero el tercer problema era en verdad un horrible dolor de muelas. ¿Qué sacaba con tener a mi lado a la mujer que amo si no podía tener recuerdos luego de nada?

Sería como si en realidad no estuviéramos juntos y todo lo que fuéramos a vivir iba a ser una gran mentira, pues en realidad no iba a ser yo quien la hiciera feliz y la enamorara, sino alguna otra parte de mí escondida y que sólo saldría a flote con la pócima.
Pensé un momento antes de tomar mi decisión y vi que tenía en la botella azul la posibilidad de una solución semejante a la que observé en “eterno resplandor de una mente sin recuerdos” la posibilidad de sacarla de raíz de mí, olvidarla y que ya no me importara lo que hiciera ni con quien lo hiciera. Era en realidad el sueño de cualquier persona inteligente que quiere seguir con su vida adelante. Pero como dijo Matilde al escuchar mi historia, pocas veces ha habido una
experiencia como la mía tan sufrida, extraña y bizarra, creo eso me marcó de una forma distinta y al tener la posibilidad de cambiar mi vida con la botellita azul, no pude más que dejar pasar de largo esa posibilidad…
Pensé por otro lado en la botellita roja y en las posibilidades que me daba, con ella tendría a mi lado a Antonia y “seríamos felices” bueno ella por su lado sería feliz por estar con el hombre de sus sueños y yo me conformaría con tenerla a mi lado y a pesar de no poder conservar ninguno de los recuerdos que haríamos con la botella roja, al final del día podría sonreír porque Antonia estaba a mi lado, porque ella era mi mujer y no la mujer de algún otro(a)

Así que sin pensarlo mucho más, estúpidamente le dije a Matilde que quería la botella roja.
Matilde sonrió y dijo que era una elección difícil, aunque ella también hubiera escogida la botella roja…
Me dijo que no me cobraría nada por la botella pero a cambio yo nunca debía volver a verla, pues no deseaba saber el resultado de la pócima en mí y en Antonia, le daba miedo y prefería mantenerse alejada por razones personales.
Así que tomé la botella y casi salí corriendo de ese lugar.
Al llegar a mi casa estaba entre excitado e impaciente, no podía esperar para saber como reaccionaría Antonia al ver llegar al hombre de sus sueños dentro de mí entregado completamente a ella, como siempre lo estuve yo desde un principio.
Esa noche fui hasta una acequia cerca de mi casa donde abundan las higueras, agradecí que esa noche no fuera San Juan y tome varias hojas, corrí a mi hogar y en mi pieza remojé una de las hojas en la botellita roja. Luego de comerla no recuerdo nada, sólo puedo contarles que al día siguiente Antonia estaba muy feliz por verme y que el llamado que le hice a las 12 de la noche la había impactado mucho y que nunca nadie le había dicho cosas tan hermosas. Creo que esas palabras que escuché salir de su boca luego de pasado el efecto de la pócima, pudieron haber sido fácilmente las más dolorosas que jamás nadie me ha dicho. Ya que por dos años siempre cuidé de decirle cosas hermosas y románticas y ahora sólo con un llamado del hombre de sus sueños estaba saltando de la felicidad y queriendo prácticamente volver conmigo. Lo peor de todo ¡no lograba recordar que había sido lo tan maravilloso que le había dicho! Y tampoco quise preguntárselo, asumí todo eso como mi realidad y mi nuevo camino que tomé al escoger la botella roja, que me acercaba a ti que tanto te amo maldita sea, pero me aleja de la verdadera felicidad pues no tengo recuerdos de nosotros ¡no los tengo!
Poco después de vernos bajo el efecto de la pócima volvimos, creo que pasaron meses y ya después del primer año de la universidad ya estábamos casados (esta parte del relato la paso rápido, pues en realidad ¿qué tengo para relatar?) Cuando cumplimos 24 años ya estábamos viviendo en Londres y esperando nuestro primer hijo.
Me da mucha pena pensar en todo lo que me perdí de nosotros, todos esos momentos, todas esas risas, todos esos besos, todas las veces que te toqué y te hice el amor ¡no era yo! Era otro hombre dentro de mí que te hacía feliz y llegué a odiarlo, pero a la vez le agradecí que te mantuviera a mi lado, porque los pocos momentos que no estuve bajo los efectos de la pócima, aparte de ocuparlos en preparar más hojas, los ocupaba en observarte, ahí tendida en la cama con una sonrisa durmiendo, ahí recostada en el sillón leyendo o dándote un baño. Ahí siempre ahí tú y yo tratando de no hablar, tratando de observarte bien y apreciar todo, pues luego de tomar la hoja con la pócima vendría el olvido de mi vida y otro tomaba mi lugar para vivirla junto a ti.
Luego de que nuestros 30, 40, 50 y 60 años pasaran como un parpadeo, donde cada día para mí se resumía a lo mucho una hora, puedo decir que lograba sacar felicidad de esa hora.
Los pocos y casi nulos recuerdos que tengo sobre nuestras conversaciones lúcidas para mí, me decías lo mucho que me amabas, constantemente me lo decías y pienso lo afortunado que debía ser el otro en mí que escuchaba el “te amo” muchas más veces que yo al día, en la vida…
Algunas otras veces me decías que no te podías imaginar con otro hombre que no fuera yo, que la vida sin mi a tu lado no tendría sentido. Y creo que una vez me dijiste que el cambio en mí había sido tan rotundo que hasta el día de hoy te preguntabas cómo había sido posible, que era extraño haberme amado, luego haberme querido, luego no haber sentido nada por mí para terminarme amando más que nunca. Esa vez estuve muy cerca de contarte toda la verdad aunque me tomaras por un loco, es que era mucha presión sobre mí y mucho sufrimiento, por no poder tenerte plenamente a mi lado, pues era otro en mi a quien amabas, otro que yo no conocía ni quería hacerlo tampoco.
Nuestros hijos ya han crecido, nosotros dos ya estamos viejos y apunto de morir. Mi vida pasó como un parpadeo pero al menos sé que la tuya no, que la tuya fue plena a mi lado con el hombre de tus sueños.
Ahora ya has muerto y yo estoy por hacerlo, creo que olvidaba cuan largo es el día después de casi una vida sin tener un día completo para mí, creo que olvidaba lo que cuesta vivir sin ti, porque aunque fuera una hora al día que compartía contigo, era una hora valiosa que ya no tengo y puta que te extraño.
Al menos moriste en mis manos en nuestra cama y yo no estaba bajo los efectos de la pócima. Me miraste con lágrimas en los ojos y me dijiste; “gracias por darme una vida de amor, una vida de felicidad, gracias por haber luchado tanto tiempo por poder reconquistarme, se que no fue fácil pues te rechacé muchas veces. Pero al final terminamos viviendo una vida juntos y no me arrepiento de ningún momento junto a ti. Gracias por ser el amor de mi vida…”
Cerraste tus ojos y lloré como nunca en mi vida, con tus rulos canos entre mis manos, con tu cabeza contra la mía.
Y ahora que mi vida se va extinguiendo lentamente en nuestra cama me pregunto ¿qué fue de mi vida? ¿Fue una buena elección la que hice con la botella roja? ¿Cómo hubiera sido todo si hubiera elegido la botella azul?
Ya todas esas preguntas se las lleva el viento y las entierra el polvo, ya todo eso da igual y al final creo no arrepentirme de mi elección. Porque aunque mi vida no la viví plenamente, la hora al día que me fue regalado a tu lado fue una hora divina, fue una hora que no puedo haberme imagino haber estado compartiendo con nadie más.
Y mi vida pasó como un parpadeo, como un suspiro en el acto del amor antes del fin, como un abrazo nuestro entre la reja de tu calle, como el último adiós que se da entre la mujer que amo y un completo desconocido para ella.
Te pido disculpas por no haberte dado un último momento junto al amor de tu vida antes de partir.
¿Qué te diré si te encuentro del otro lado? Que lo siento mucho por el engaño, que siento mucho que quien llega ahora a tu encuentro no es el hombre que esperabas, y de verdad lo siento, pero no puedo llevarme al otro lado ni la botella o las hojas de higuera. Creo que al verte del otro lado no tendré más que decirte; “lo siento y te amo”. Porque cada hora (que era mi día junto a ti) te amaba más y más. Y ahora antes de partir reafirmo lo dicho, pues todo esto tiempo he estado teniendo 24 días sobre otros 24 días interminables para amarte más y más.
¿Qué es lo que tenía él que no haya tenido yo?

Y si me tomo la pócima antes de partir directamente desde la botella ¿me transformaré definitivamente en el otro dentro de mí para ir a tu encuentro en la otra vida? Porque aunque a ese encuentro no sea yo quien valla a abrazarte, al menos dejaré mi existencia de lado feliz al saber que abrazarás en la eternidad al otro dentro de mí del que tanto te has enamorado.