domingo, 1 de mayo de 2011

Alicia (final)

Imagino cómo se verán nuestras sombras
cuando juntas dancen en el valle sin horizontes,
cuando al abrigo de la lluvia inclemente
yo te bese las frías mejillas y pies de adobe,
allá en lo profundo y lejano
bajo la tierra y todo su mar,
junto al palacio torno al cual los vientos tienen su eje.

Pero tú has tomado el tren que en los océanos
se interna sin darme aviso, sin despedida;
como la luz de la luna te has ido a plantar
en lo hondo de las viajantes montañas marinas,
dejando tras de ti
una estela de llantos maternos,
Y una cama desecha, despojo de tus olores y retozos.

Una o dos veces cada día las miradas nuestras
se pasean como neblina por tu cuarto,
empañando de recuerdos tus posesiones
y rasgando nuestras tráqueas en un canto gutural aciago,
el sol suele entibiar
aún tus rosadas cortinas,
y por ello a ellas me aferro antes de dormir en un abrazo.

Me pregunto si en el mundo subterráneo
de las planicies sin horizontes no pasarás mucho frio,
una manta cada noche quisiera ir a dejar
a la piedra sepulcral que de tus restos es asilo,
y ver marchitarse las rosas
desde el azul al amarillo,
así como mi rostro se hace de la tristeza una avenida.

Sólo espérame en la cima de alguna colina
donde los corceles nebulares del averno no te oculten,
espérame unos pocos años vestida de silencio y letanía,
que mis días se van restando y mi canto fuera de tono
se va acabando,
el aire se me fuga
!Los colores de la ciudad ya me saludan desde la lejanía!

Sólo yo sé del matrimonio del tiempo y la muerte;

Y de las campanas de greda celebrando la eterna boda
desde las primeras estrellas con su voz ronca,
yo ahora espero por el fin cada noche de cristal,
que como farol las velas de la noche
me traen por mi ventana luces embriagadas;
luces que viajan como polen con aromas del pasado,
tal como las fotografías que alumbran de mi hermana

A la cual ansío acurrucar la tumba
con el resto de pobre hombre que pueda levantar de esta cama.

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