lunes, 3 de octubre de 2011

F.

Creo que las cosas se han invertido; cuando era pequeño la Farfana era para mí un mundo de sueños, algo alejado y distinto a lo cotidiano, un pueblo que me separaba de la escolaridad y del resto de mi familia: los estudios, la corbata y los amores eran mi realidad. Ahora que los papeles se han invertido; apenas me bajo de la micro cerca del cerro quince, empiezo a sentir hasta al aire distinto, veo el puente verde sobre el zanjón y la bruma amarilla que custodia las casas en la noche, y son la señal para saber que he vuelto a despertar.

Mientras mis pies hacen resonar el metal del puente, las estrellas van desapareciendo (pues en la Farfana nunca se ven), la bruma acaricia mi rostro y entre su espesura asoma la luna más grande que nunca, ya que en este pueblucho la luna baja cien leguas hacia la tierra y uno siente que con un par de volantines se le podría acariciar.

La visión se vuelve borrosa y uno no puede evitar que un par de hojas otoñales se peguen a la ropa, pero nada de eso importa, son pequeños detalles que uno aprende a querer con tal de tomarse un vaso de pisco o un destilado de piñón junto a los amigos; encerrados en una pequeña pieza, tosiendo por el humo del cigarro y las constantes risas, esas que nacen cuando nos burlamos del mundo irreal de las noticias.

Por eso amo tanto a la Farfana, ya no son sólo juegos de niño junto a mi primo: escondernos entre los matorrales para que un matón no nos golpee, dar vuelta el Mario Bros o el motorratones de marte, ya no son sólo esas cosas, allí tengo la seguridad de que las voces insensatas de quienes se irritan sobre el podio de las declamaciones nunca llegarán, tengo la certeza de que la ira de los jóvenes y sus peticiones explosivas no volarán alto, sé que mañana el mundo puede arder envuelto en llamas, pero podré abrir los ojos sobre el puente y el fuego no será más que una tibieza que no podrá derribar a la bruma, ni a nosotros a la orilla del zanjón con las espaldas heladas.

Mi trabajo, las protestas y mi sentimentalismo son el sueño. Por eso debo disculparme si oculto la cabeza bajo la tierra, de sólo pensar en ti a veces siento que se me da vuelta el estómago, se me aprieta la garganta y una electricidad negra invade mis manos, es que no quiero saber todas esas cosas que pudieron haber pasado; de sólo verte creo que desfallezco. En la Farfana tu nombre no suena y ni en pensamientos llego a llamarte.

Sólo quiero leer y escribir sueños y vivir realidades junto a mis primos, quemar el paladar con pizza caliente y enfriar mi estómago con cerveza barata, deseo olvidar mi trabajo personal de novelas a cada fin de semana y cobijarme a la orilla del zanjón junto a un par de borrachos hasta la madrugada, esperar que nos de sueño y luego encontrar el camino al hogar en un “pasando por mi casa”.

Cómo quisiera que pudieran comprender todo el amor que tengo por ese lugar, pero creo que nunca podrán. Cómo quisiera que disfrutaran tanto como yo de la noche negra apenas prendida por el amarillo de los faroles (quizás por eso allí la bruma sea de ese color), que sintieran junto a mí algún corte de luz y quedar perdidos en la nada, porque sin luces todos allá perdemos nuestros corazones y en la nada caemos.


Lo siento si tanto Temo, a tu lado siento que Temo.


Tal vez mañana ya no, tal vez…



“Más allá del puente verde del pueblucho, sólo ondean banderas chilenas, palestinas e irlandesas”

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