miércoles, 2 de junio de 2010

Cautiverio

Sé muchas cosas sobre mi abuela: sé por ejemplo cuanto le molesta sentirse inútil, lo noto por la forma oblicua de evadir miradas, por las manos juntas trepidando, como si pensaran por si mismas y anhelaran las tareas de antaño. Ahora un tejido las entretiene, algunas veces acariciar alguno de sus cuatro perros (que han ido llenando el vacío de cariño dejado por un esposo cansado e hijos presentes, pero independientes) o cambiado cansadamente los canales del tele cable, son tantos y siempre termina anclándose en los recuerdos del TCM.
No le gusta que notemos cuanto le duelen sus huesos, le molesta que intente yo leerle pasajes de libros que creo, ella podría apreciar. Se irrita con facilidad si intento llevarla del brazo a la feria o en busca de sus gafas.
Todo esto podría ser por la independencia a la que intentan aferrarse algunos viejos olvidados, deben creer que aún pueden valerse por si mismo, pues cuando ya han perdido la fe en un Dios-padre protector, si no es esta vida en donde se valen ya no les queda otra.
Si bien mi abuela no esta sola, olvidada y no ha perdido del todo la fe, sus tiernos anhelos de independencia me recuerdan los vistos ya por mí en otros ancianos, debe ser por eso que me es más fácil asimilarlos a todos dentro del mismo saco.
Por mi parte; le perdí el miedo a la muerte después de los trece años, cuando ya me fijé una meta en la vida, una gran obra que finalizar y ahora es el miedo a que la muerte se me imponga como un final, uno que me arrebate esa meta y deje inconclusa esa obra en mi mente.
Me dispongo a pensar cuáles serán los miedos de mi abuela, las dudas que alguna vez yo mismo ayudé a sembrar en su mente se enarbolan ahora como una búsqueda incesante de ella en respuestas metafísicas, astrológicas, alquimistas, religiosas y hasta pastafaristas para encontrar un camino a seguir, hasta la última exhalación.
Será por eso que no me siento culpable al consentirla en pequeños detalles, que han hecho de sus últimos años de vida una completa reconciliación con la paz, la paz que permite a los viejos esperar resignados al fin el desenlace inevitable.

Por ejemplo, mi abuela ha encontrado el conforte de sus últimos años en acumular aves. Deben ser más de veinte las que ya tiene en el patio de nuestra casa: loros, catitas, inseparables y tantos otros que no podría nombrar.
Los ve cada día, a veces por horas, los alimenta y les da agua, les habla aunque estos no puedan entender nuestro idioma (al menos hasta donde yo sé) y todas estas tareas y pormenores le conllevan una gran preocupación. Ahuyentar a los gatos de rapiña ha sido su último afán, llegó incluso a construir una honda y juntar piedras, la arma es en verdad mortal y el dolor de sus manos llega a ser olvidado, la presteza con que esos pobres gatos deben eludirlas es impresionante, desde mi habitación río mientras los veo huir y pobre del que no tenga la agilidad suficiente.
Antes solían darme pena estas aves encerradas, todas ellas en sus jaulas. Mi abuela se ha preocupado de ir agrandándolas cada vez más, pero yo sigo pensando que ninguna jaula logrará igualar la libertad dada por los vientos que soplan alto.
Podría haberlas liberado, pero como tampoco soy un niño “pro-animal” la conmiseración por estas aves se me esfumó luego, al darme cuenta de la gran alegría que le dan a mi abuelita día a día. Ella no ha pensado en que estas aves ansían moverse libres por donde las lleven las nubes (¿o será que disfrutan el cautiverio?), ella no ha caído en la conclusión de que su afán de “pequeño Dios” podría ir en contra de las ansias de estas aves, ansias de “ser gran halcón”, pues aunque ninguna de ellas nunca llegue a serlo, creo al menos merecerían la oportunidad.
Mi abuela no cae en estas cuentas y yo no dejo de amarla por ello.

Finalmente me pregunto, ¿acaso Dios no ha pensado en nosotros? ¿Alguna vez dejará abiertas nuestras jaulas? Creo merecemos la oportunidad de ahuyentar nuestros propios gatos, ¿O será que la gran prueba es escapar por nuestros propios medios?
Si bien la incapacidad del intelecto humano para responder las preguntas que nos sobrepasan y asustan me ha llevado a aprender algo del ateísmo en el último tiempo, estas comparaciones y preguntas que me parecen tan bellas no dejan de acosarme.
Y será que aunque muchos no lo entiendan o no les guste, siempre me termino creyendo un romántico.

1 comentario:

lichazul dijo...

claro que piensa y nos sabe todo Dios
y tu abuela también...la experiencia es un don que pocos valoran, y aunque esté irritable aún da la pelea por querer ser autovalente, simplemente disfrutala y aprende, escuchala, mi padre tiene 80 y no siempre da esa pelea, hay que obligarlo y en esto nada tiene que ver la fe, sino la voluntad y la conciencia todas cualidades humanas

las personas son como los colores...están llenos de matices, con luz y sombras

te felicito, es raro encontrar jóvenes que se expresen y se manifiesten de la forma que lo haces, quizá sea por ello que estoy acá jajaj, he leído muchos blogs de gente joven, en muchos ha mucha rabia y amargura o posturas copiadas y hasta tendencias autoriales muy marcadas con los "poetas malditos"( lo pongo entre " porque eso nunca me lo he creído...lo de malditos jajaja)en fin...el tuyo tiene su propia luz y te insto a que sigas fortificandolo.

un abrazo de paz