viernes, 18 de junio de 2010

Inconfundible

“50 mil agüachos cayendo sobre mí, regalándome estremecimiento y entumiéndome los orios. Suenan como pequeñas bombitas sobre un mar de grises, suenan como golpeteos en arales y metales, se me imaginan como la invasión más húmeda después de una mujer.
Se me arcan y no me dejan, se montan sobre mi cabello, se apegan con clamor a mis párpados y bordean mis labios, me acompañan todo el trayecto a mi hogar y aún junto al rojal bamboleo del fogote, se niegan a marchar, insisten en quedarse junto a mí.
Me sacudo como un perro y tirado me quedo con el rostro contra el piso, desganado, desmanchado, descoloreado y anclado en viejas ansias…”

Yo una vez quise tomar la corona de un arco iris,
Yo también quise beber agua de Venus,
Buscar entre nubes una señal del sol,
Ver tras el sol un adiós de la bruma.
Yo una vez soñé con volar entre las nubes
Mientras estas se desmembraban sobre ti,
Yo también deseé acapararme en tu espalda,
Desmembrarte en un dolor que durara
Lo mismo que la bruma tras el sol.

Yo de niño ansiaba jugar en los jardines de Júpiter,
Yo también creí montar cometas y acariciar estrellas,
Buscar en el vacío la voz de un ángel,
Ver desde el espacio tras el sol un planeta escondido.
Yo recostaba mi cabeza sobre el asfalto (húmedo)
Y contaba las horas para ver tu paso fugaz,
El niño quiso declarar la lluvia patrimonio
De la melancolía, hermana de meteoros,
El niño quiso declararte estatua de tormentas,
Señora del grito gris y pies mojados.

“Mis pasos se amortiguaban con dulzura en el barro e iba yo pensando como describirte sinceramente (aunque conmigo, nunca nada es del todo sincero) y como tonto sólo puedo decir: de curvas pronunciadas y promiscua irreverencia, acoplada en poco espacio va desbordando sensualidad de un modo poco común para una mujer. Degusta su propia indiferencia y me queda preguntar qué tan en serio se la toma. Con voz opaca y poco clara, contextura de enfado perpetuo y sonrisa escondida, con una facilidad increíble para irritarme y a la vez dejarme la moral y autoestima por el suelo.
Una gran debilidad para mí a fin de cuentas, una gran debilidad como el invierno, que si bien nunca me ha agradado del todo (frío y agresivo golpeando incesantemente como artillero sobre todo mi ser), ha logrado conquistarme de todas formas, ya sea por su hermosura, por su romanticismo melancólico o tal vez sólo por el ruido de sus tormentas, las tormentas que ahora se escriben con tres letras.”

1 comentario:

lichazul dijo...

de niño hay tantos universos(poli) posibles
lástima que cuando se crece esos universos se transforman en eso uni-verso


lo importante es ser felíz en él aunque duela a veces:)

buen fin de semana
besitos de luz