Agosto se
caía a pedazos
Y los camiones ya habían sustraído todos los muebles,
Y los camiones ya habían sustraído todos los muebles,
La casa
estaba vacía y se sentía un eco tenebroso
Entre los
rincones abandonados,
Sin que se
diera cuenta mi padre
Visité por
última vez mi habitación,
Entonces con mis
uñas rasgué las paredes para dejar una memoria.
Mi madre y mi
hermana habían partido antes
Y nosotros
quedamos con la excusa de buscar olvidos,
Pero en
realidad ambos éramos los menos resignados a la derrota,
Ambos
esperamos hasta la última hora del atardecer
Para por fin
cerrar puertas y ventanas y alejarnos.
Nos montanos
en el auto cuando el sol al horizonte
Daba un
último arañazo también,
Se cernieron
las nubes como cortinas a la alegría
Y escuchamos
en el silencio el grito victorioso de la pérdida.
Maipú se fue
hundiendo entre el polvo de Melipilla,
Apegué mi
cabeza contra la ventana y contuve el llanto,
Pero padre
iba estoico y con un cigarro en los labios
Creo que algo
también contuvo,
Pero no sé
qué…
La casa de
campo era color tierra
Y sus paredes
quizás de cartón piedra,
Tal vez de
cuchuflí
Estaban a
medio construir e inclinada hacia un costado
(como un
borracho en una banca)
La casa parecía
sonreírnos con la mejor de sus intenciones,
En realidad
la pobre no tenía la culpa de ser tan patética.
Esa noche
cenamos pan y mantequilla
Con un
azucarado jugo en polvo,
Pronto
partimos a la cama y el cielo fecundo de ironías
Dejo caer una
lluvia torrencial sobre la comuna pedregosa,
La familia
entera se guarecía en una sola
habitación
Y por el aire
se veían flotar las brumas de nuestros respiros,
Pero todos
conservamos el silencio pues nadie quería decirlo.
Las gotas
comenzaron a invadir por todos los frentes
Y no hubo
cama que aquella noche no recibiera la inclemencia,
Apegué mi
cabeza contra la almohada y me contuve;
Era más por
pensar en él,
No quise que
sintiera a su espalda un costal de harina,
No quise que
sus piernas flaquearan
Y su voz se
entrecortara como los yuyos bajo las pisadas de los quiltros,
Fue más por
piedad que me salía un sollozo.
Justo antes
de caer al sueño y olvidar al invierno más su azote
Creo que pude
oír un quejido de búfalo,
El bramido de
un orco a un acantilado
Empuñando su
furia…
Alguien de
entre todos nosotros ya no pudo contenerse
Y la casa de
campo también chirrió aquella noche,
La casa de
campo también sintió sobre sí a la culpa.
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