lunes, 9 de julio de 2012

Casa de Campo


Agosto se caía a pedazos
Y los camiones ya habían sustraído todos los muebles,
La casa estaba vacía y se sentía un eco tenebroso
Entre los rincones abandonados,
Sin que se diera cuenta mi padre
Visité por última vez mi habitación,
Entonces con mis uñas rasgué las paredes para dejar una memoria.
Mi madre y mi hermana habían partido antes
Y nosotros quedamos con la excusa de buscar olvidos,
Pero en realidad ambos éramos los menos resignados a la derrota,
Ambos esperamos hasta la última hora del atardecer 
Para por fin cerrar puertas y ventanas y alejarnos.
Nos montanos en el auto cuando el sol al horizonte
Daba un último arañazo también,
Se cernieron las nubes como cortinas a la alegría
Y escuchamos en el silencio el grito victorioso de la pérdida.
Maipú se fue hundiendo entre el polvo de Melipilla,
Apegué mi cabeza contra la ventana y contuve el llanto,
Pero padre iba estoico y con un cigarro en los labios
Creo que algo también contuvo,
Pero no sé qué…
La casa de campo era color tierra
Y sus paredes quizás de cartón piedra,
Tal vez de cuchuflí
Estaban a medio construir e inclinada hacia un costado
(como un borracho en una banca)
La casa parecía sonreírnos con la mejor de sus intenciones,
En realidad la pobre no tenía la culpa de ser tan patética.
Esa noche cenamos pan y mantequilla
Con un azucarado jugo en polvo,
Pronto partimos a la cama y el cielo fecundo de ironías
Dejo caer una lluvia torrencial sobre la comuna pedregosa,
La familia entera se guarecía en una sola  habitación
Y por el aire se veían flotar las brumas de nuestros respiros,
Pero todos conservamos el silencio pues nadie quería decirlo.
Las gotas comenzaron a invadir por todos los frentes
Y no hubo cama que aquella noche no recibiera la inclemencia,
Apegué mi cabeza contra la almohada y me contuve;
Era más por pensar en él,
No quise que sintiera a su espalda un costal de harina,
No quise que sus piernas flaquearan
Y su voz se entrecortara como los yuyos bajo las pisadas de los quiltros,
Fue más por piedad que me salía un sollozo.
Justo antes de caer al sueño y olvidar al invierno más su azote
Creo que pude oír un quejido de búfalo,
El bramido de un orco a un acantilado
Empuñando su furia…
Alguien de entre todos nosotros ya no pudo contenerse
Y la casa de campo también chirrió aquella noche,
La casa de campo también sintió sobre sí a la culpa.


No hay comentarios: