martes, 27 de enero de 2009

El hechizo de las caras

Cuenta una leyenda la historia de un hombre que vivió hace muchos años en un lugar muy lejano olvidado por los mapas y libros.
Este hombre no era diferente de lo que podemos ser tú y yo, con sueños, con un trabajo, con una familia alguna vez y un amor. Pero a diferencia de tantos otros hombres, quizás no como tú y yo, este no gozaba de belleza, mejor dicho era bastante horrible. Tenía bastante apodos que prefiero no mencionar. Todos bastante crueles y con la intención directa de herirlo hasta despedazarle la autoestima.

Vivió para lástima suya en una época bastante superficial, tanto como para no encontrar sobre la tierra mujer u hombre que se fijara en la belleza interior de las personas para encontrar pareja. De esta forma todas las personas “feas” sobre la tierra estaban destinadas para ese tiempo a vivir solas, sin nunca casarse, si quiera tener un noviazgo o una aventura. Pues la costumbre inherente era que los bellos van con los bellos para tener hijos que de gusto mirar. Los demás pueden acostumbrarse a la filantropía, a la vaguedad por la vida, a la escritura u otros oficios de los “no queridos”.
Esta clase de personas (tanto hombres como mujeres) se les inculcaba desde pequeños, cuando ya se podía apreciar que no serían bellos, la costumbre de olvidar la esperanza del amor. Se les enseñaba que ellos nunca estarían con nadie, pues ni entre feos se podían querer y de esta forma los niños y niñas poco agraciados llegaban a la madurez de su vida sin la mínima
esperanza de enamorarse o que alguien se enamorase de ellos. Los que iban contra esta medida caían irremediablemente en la tristeza, algunas veces absoluta y total que terminaba con el suicidio.
Caía la contradicción en esta civilización, que a pesar de sólo dejar a los “bellos” aparearse y tener descendencia, pues los feos no se soportaban ni entre ellos. Que seguían naciendo niños horribles, muchas parejas ideales para portada de revista veían con atrocidad como salían de su unión hijos deformes, con exageraciones en sus caras o decoloraciones atroces.
Se decía que era el castigo para todos esos padres por su superficialidad, que el destino del mundo no era eliminar a la gente fea de su faz, y que por eso no dejaría que la evolución de Lamarck hiciera efecto en este caso. El mundo estaba destinado a soportar a los feos.

Había por otro lado las parejas (siempre de personas bellas), que llegaban a enamorarse unas de otras tanto por la hermosura física como de las personalidades. Este era un tipo de unión algo más pura, pues quizás si una de las partes de la relación no fuera “linda(o)” el otro estaría con ella de todas formas. Claro eso sería imposible dada la prohibición tácita y social de no mezclar lo bello con lo feo. Por eso hasta la actualidad no podemos saber el número exacto de personas bellas que se enamoraron de alguien feo sin poder decirlo o estar con tal individuo(a). Ya sea por miedo, desaprobación social o vergüenza. Sabemos por otro lado el número aproximado de feos que quisieron estar con una persona linda, por el número de suicidios en esta civilización tan singular, 14000 individuos.
En ese tipo de parejas donde un hombre hermoso se enamoraba de una mujer preciosa no sólo por atracción física sino también psicológica, era en la que se dejaba fluir la genética y la
mayoría de las veces se tenían hijos bellos, que cuando grandes tendrían la opción de formar una unión sólo superficial o espiritual en igual caso. Con los correspondientes hijos ya dada la explicación previa.

El protagonista de nuestra leyenda cae en el abundante número de feos que se enamoraron de una bella. Pero nuestro protagonista no era un hombre que proviniese de esa época. Claro había nacido y vivido contemporáneamente, pero su inteligencia, persistencia y perseverancia eran tales de nuestro tiempo. Era un soñador como pocos de esa civilización maldita y no estaba listo para que su brazo se torciese. Estaba determinado a tener a la mujer de sus sueños a cualquier costo.
De mucho leer supo de una cueva en las afueras de su ciudad, donde contaba la mitología habitaba un antiguo demonio. Este concedía un deseo a la persona que se presentase ante él, pero había que tener mucho cuidado con el deseo que se pidiese, pues si este era un deseo que
sólo beneficiaba a quien lo pedía, el demonio a cambio de concederlo tomaba el alma al momento que muriese el beneficiado por el deseo. Muchos ya habían visitado la cueva del demonio y partido con mucho oro, con belleza nueva o poder increíble. Pero todos al morir habían perdido su alma y sido llevados al infierno de los infiernos, por no pedir un deseo que beneficiara a todo el mundo. Por eso nuestro protagonista debía tener mucho cuidado, pues nadie hasta el momento había tenido la astucia de transformar la forma de pedir su deseo en uno que beneficiara a todo el mundo y a la vez a quien lo pedía, para así no perder el alma al morir.
Nuestro protagonista meditó mucho sobre el asunto, y cuando al fin estuvo decidido partió a la cueva con el fin de obtener la mujer que tanto ansiaba.
Cuando llegó a la cueva esta era muy lúgubre, se sintió como Orfeo al ir entrando en busca del demonio que le diera a su amada (hablo de Orfeo porque este mundo era lejano, pero no tanto como el heleno).

La gruta era oscura, pero a medida que se avanzaba esta se iba ensanchando y el techo afilado amenazador con puntas hacia abajo iba alejándose cada vez más hacia arriba, para su tranquilidad.
Cuando ya pensó que no podía avanzar más pues un riachuelo subterráneo cortaba el paso, al otro lado de esa orilla que corría oscura y misteriosa, se le irguió una criatura de dos metros, tapada el principio por la oscuridad absoluta, pero que luego fue revelando un fuego en sus ojos que iluminó casi toda el espacio de la cueva donde estaban. La criatura se mostró tal cual era, seguía alta, con rostro y cuerpo humano, completamente desnuda. Todo esto sobresaltado por dos enormes alas negras que salían de su espalda y se abrían al momento en que la sala se
iluminaba por el fuego de sus ojos, como para intimidar al visitante. Que siempre, en todas sus visitas no podía terminar de creer lo que veía.
El demonio habló fuerte y sereno; “¿Qué es lo que quieres?”. Nuestro protagonista pensó que sabía muy bien lo que quería y cómo solicitarlo para no perder su alma. Pero en una ingeniosa treta del demonio, el susto provocado por su grandiosidad y sobrenaturalaza siempre aturdía hasta el más preparado de los hombres, para que terminara pidiendo rápida y atolondradamente lo que quería y así poder quitarles el alma en el último suspiro de sus vidas.
Nuestro protagonista sintió como olvidaba la forma correcta de pedir lo que quería.
Pero adivinó a tiempo la treta del demonio y se tranquilizó antes de hablar para no cometer ningún error.

_Mi nombre es Astargoth, demonio del séptimo orbe, dador de los anhelos secretos, inventor de lenguas blasfemas y solicito tu nombre de la misma forma que yo te di el mío.
_Mi nombre es Lucio y vengo a solicitar un deseo.
_Habla pues fuerte y claro, que escucho y concedo.
_Deseo que todos los hombres y mujeres sobre la tierra tengan una misma cara y un mismo cuerpo, deseo que todo ser humano sea idéntico a sus iguales en sexo. Todos los hombres con el rostro más bello jamás concedido y el mejor cuerpo que lo acompañe. Todas las mujeres con el mismo bello rostro jamás imaginado y el mejor cuerpo que las acompañe también. Cada ser humano sobre la tierra conservará su personalidad, su voz, su forma de ser tal cual es y como estaba destinado a ser sin que el cambio físico le cambie su psiquis. Así cada hombre será igual a todos los hombres en hermosura y de igual forma las mujeres.

Astargoth estaba completamente furioso, adivinó las intenciones de Lucio con este deseo y entendió que quizás esta sería la primera vez que la persona que lo visitaba se iba de su cueva con el alma intacta. Pero daría pelea, conversaría con él a ver si lo podía hacer caer.

_Dime pues buen hombre, ¿cuáles son tus intenciones con este deseo?
_Pensé que sólo bastaba con formular el deseo para que este se cumpliese, nada de preguntas y otras cosas.
_Te pido perdón, quizás leíste los libros equivocados, pero siempre pregunto a toda persona que viene a visitarme las intenciones tras sus deseos, de esta forma confirmo que clase de humano es y cuál será su destino en el último suspiro de sus lastimeras vidas.

Lucio sintió el miedo en Astargoth, ahora estaba más tranquilo viéndose reflejado en los ojos del demonio como el único hombre que saldría impune de la cueva.

_Mis intenciones creo son bastante claras. Si todo hombre sobre la tierra es bello e igual a todos sus pares, y de la misma forma lo son las mujeres. Todo ser humano estará destinado a no fijarme nunca más en la belleza física a la hora de escoger pareja, todos deberán darse el tiempo de conocer a quien tienen en frente, deberán amar el mundo interior de su sexo opuesto antes de enamorarse y formar una unión. He pedido mi deseo de esta forma porque amo a una mujer y quiero que ella me ame también, pero no quería pedir ser un hombre bello para que se fijara en mí, si ella va a ser mía quiero que sea de una forma auténtica y en un mundo tan decadente y superficial como éste la única forma que se me ocurrió es que todos estuviéramos en igual de condiciones para conquistar a cualquier mujer u hombre, que sólo importe la mente de cada persona, pues todos seremos bellos y así nadie estará privado del amor, pues estoy convencido de que cada ser humano tiene una persona destinada para ser su pareja Creo mi deber darle la oportunidad a todo el mundo de encontrar esa otra mitad suya. Le daré esa misma oportunidad a la mujer que amo, si con todos en igual belleza e igual de condiciones no logro conquistarla con mi personalidad, significa que ella no era para mí y estará libre de encontrar con quien ser feliz y quizás yo también con otra mujer.

Astargoth estaba anonadado, no tenía por donde pescar a este hombre, sólo quizás hacer que se arrepintiera de su deseo, lo formulara de otra forma y así quitarle su alma.

_Debes entender algo antes, dentro de tus restricciones mencionaste que no querías que este cambio físico afectara la psiquis de las personas, eso no puedo controlarlo yo, lo que puedo asegurarte es que las personalidades de cada persona seguirán intactas, pero obviamente sus psiquis serán afectadas y cambiarán sus formas de ver y enfrentar el mundo, claro afrontarán el mundo de acuerdo a su personalidad, que se irá adaptando dependiendo de cada persona, pero más que eso no puedo prometer.
_Lo entiendo.
_¿Pero cómo amas a esta mujer? En tu mundo los feos casi no interactúan con los bellos, cómo conocerla para amarla, pues el amor sin hablar con una persona por mucho tiempo es sólo
juego de niños.
_Yo no soy un niño, y si amo esta mujer es porque es diferente a las demás.
_¿Diferente en qué sentido?
_Muchas veces he tenido que ver gente bella entrar a la biblioteca que atiendo. Entrar balanceándose con su superioridad asumida, nunca miran directamente a los ojos, siempre de arriba para debajo de forma despectiva, siempre piden un libro de mi sección “para gente tonta”, libros superficiales, simples y que llenan a ese tipo de mujeres y hombres de mayor superficialidad y banalidad. Se van sin dar si quiera las gracias y nunca devuelven los libros a tiempo.

Por otro lado ella… Ella entra son suavidad a la tienda, siempre con una sonrisa amena mostrando sus bellos dientes. Nunca me ha mirado con menosprecio y creo una que otra vez nuestros ojos se han cruzado, claro ella nunca se fijaría en alguien como yo, pero es la forma de respetarme como ser humano lo que la hace una gran persona. Porque de todas las mujeres bellas de este mundo, ella seguramente es la más bella, con su tez blanca y su suave caminar casi como flotando, bamboleando su cuerpo para llegar al mesón donde atiendo.
Siempre digo cosas equivocadas, nunca le muestro que puedo hacerla reír, que puedo hacerla sentir alguien especial y creo que no podría así como soy.
Nunca pide un libro que sea interesante, siempre románticos simples de historias trilladas, pero aún así son lecturas olvidadas por todos los demás, feos y lindos. Pues creo todos en general perdieron la esperanza de amar de verdad y ya no leen esas historias, pero ella sí, ella lo hace y si tiene la esperanza de amar quizás sea la única para mí.

_Parece mujer de otro mundo, quizás podrías conquistarla sin necesidad de este deseo, podrías pedir otro deseo.
_No soy iluso, a pesar del bello mundo interior que veo en ella no podría exagerar para creer que podría amarme, aparte… Nunca he podido tener una conversación amena con ella, nuestras únicas conversaciones son mis lecturas de los libros que ella pide por mí apenas los devuelve. Al estar con ella me congeló, no puedo pensar bien y así nunca podría conquistarla, quitando de lado la imposibilidad de conquistarla por mi mero aspecto físico.
Pero aunque nos pusiéramos soñadores, aunque invirtiera todas mis horas de desvelo y creyera que puedo enamorarla sin necesidad de este deseo. ¿En qué mundo viviríamos yo y ella? En una sociedad que tomaría nuestra unión como una atrocidad, como algo antinatura. Quizás mis libros digan que el amor todo lo puede y todo lo derrota. Que si ella y yo somos felices nadie más importa, ni qué piensen. Pero la verdad es que ella es tan bella, tan única y lleva una vida tan tranquila que yo no soportaría sacarla de ese mundo, llevarla conmigo al
destierro, al olvido. No podría forzarla ni por amor a vivir una vida alejada de todo. Ella se merece algo mejor, por eso pido este deseo, si ella es capaz de amarme renuncio a este cuerpo y todo el mundo debe hacer lo mismo para encontrar el verdadero amor. Si puedo ser de ella quiero darle la mejor de las felicidades, que sólo importen nuestro mundos internos y que nada ni nadie pueda quitar eso.

Astargoth se dio cuenta que no tenía mucho más por hacer, este hombre estaba determinado a pedir su deseo y él no lograba ver por donde engañarlo y quitarle su alma. Mejor sería conceder su deseo y hacer que se fuera pronto, olvidar todo el asunto y seguir adelante. Ya que la presencia de este hombre tan enamorado y tan inteligente le daba asco.

_Concederé tu deseo. Pero quiero que inmediatamente te vayas de mi cueva y nunca regreses. Dalo por cumplido, al ver la luz del sol fuera de esta gruta tu rostro ya nunca volverá a ser el mismo ni tampoco el de ningún hombre o mujer sobre la tierra, hasta el día de su muerte, donde cada persona recuperará su rostro y físico original. Y cuando venga tu muerte el hechizo de las caras desaparecerá del mundo.

Nuestro protagonista huyo al momento de oír estas palabras, corrió lo más rápido que pudo, más que por miedo por el anhelo de ver un nuevo sol que traería para todos un nuevo mundo.
Al salir de la gruta no paró de correr en dirección a la ciudad donde vivía, quería tomar un espejo, o mejor, ver en la cara de cualquier hombre su cara y en la cara de cualquier mujer la cara de su amada. Tenía curiosidad por saber cómo sería el rostro más bello de un hombre jamás sobre la tierra y el de la mujer más bella de todas.
Mientras se acercaba a saltos agigantados a su ciudad podía ver la gran confusión de todos en las calles, aún era algo lejos para diferenciar los rostros. Pero se podía ver la gran turba gritando y corriendo por todos lados, como buscando una explicación que sabían no encontrarían.

Al principio todo fue confusión y desastre en la ciudad, quizás en el mundo también pero eso no lo sabremos.
Cuando nuestro protagonista llegó al fin a la ciudad vio espantado y algo feliz a la vez que el rostro de todas las mujeres era el de su amada. Pensó al principio que esta era una treta de Astargoth, pero luego se tranquilizó al darse cuenta de que en realidad el rostro de su amada era el más bello sobre la tierra y todas las mujeres merecían tenerlo. Ahora conquistarla sería más fácil además, pues él no quería otro rostro por muy bello que fuera que el de ella. El de su amada.
Lo que lo aturdió de verdad fue ver que el rostro de todos los hombres, por ende el suyo
también, era el de Astargoth, y esta era de veras una mala pasada del demonio. Astargoth era de verdad muy bello y ahora a la luz nuestro protagonista podía darse cuenta del esplendor en su rostro no apreciado antes en la cueva. ¿Pero era el rostro de hombre más bello de todos? Debía conformarme con que sí, pues era ese rostro que todos usarían hasta su muerte.
Un rostro pálido y blanco, con rasgos finos, ojos azules penetrantes como guardando un fuego interior, cabellos rubios rizados y una sonrisa diabólicamente bella.
Quizás lo que más lo molestaba era que estuviera con él u otro hombre su amada, estaría con un hombre cuyo rostro sería el de un demonio. Ella besaría un demonio.

Lucio dejó que pasara un tiempo sin si quiera salir de su biblioteca, el desastre afuera era atroz. Mucha gente parecía haber perdido la razón por el cambio físico y nadie parecía adaptarse. Era un desastre en verdad la ciudad. Pasaron días, semanas y hasta meses para que las cosas comenzaran a tranquilizarse.
Pasó mucho tiempo y Lucio no se atrevió a salir de su tienda y nadie tampoco iba a pedir más libros, con todo el desastre nadie parecía interesado en seguir leyendo.
Lo que Lucio más extrañaba de toda esta situación, eran las antiguas visitas de su amada, que no venía hace meses ya, nadie había venido en meses.
Nuestro protagonista sabía que la podría reconocer al instante, que bastaría con que entrara cualquier mujer con el rostro de ella para que él la identificara como una farsante. Él la podía identificar sin problemas. Creía poco probable que unos meses del cambio físico en todos
hubieran afectado de tal forma a las mujeres que ahora todas se comportaran como su amada. No, seguramente no, el había pedido expresamente que las personalidades siguieran tal cual eran antes, con algunos cambios por la brusca transformación física, pero la misma personalidad en esencia de cada persona que se iría adaptando de forma diferentes a las circunstancias.
Lucio además podría reconocer la voz y además los típicos libros que ella pedía, era solo cuestión de paciencia y ella vendría al fin.
Pero de mucho pensar Lucio comenzó a reflexionar, por su deseo mucha gente había sufrido, claro el mundo que tenían antes era una aberración ¿pero era él el indicado para juzgar eso? Había cambiado a todos sin consultarles y aunque estaba seguro de que su decisión sólo podía cambiar el mundo para bien, al parecer la gente no terminaba de adaptarse y más de un dolor de cabeza había logrado. Tal vez con su deseo algunas parejas se rompieran.

Él había actuado con egoísmo y aunque había pensado que su deseo los ayudaría a todos, en el fondo sólo le interesaba conseguir a su amada.
Después de todo, no estaba tan a salvo de perder su alma, después de todo no había sido por todos que pidió su deseo. Viendo los resultados hasta el momento él no estaba con su amada y el mundo no parecía un mejor lugar.

Una mañana gris de abril ella entró a la biblioteca, se acercó con una cara melancólica, no la misma de siempre tan sonriente. De todas formas Lucio pudo reconocerla y se entristeció por su rostro melancólico.
Ella pidió “Cumbres Borrascosas” y él se lo facilitó.

_¿Por qué tan triste hoy?
_Nunca me creerías.
_Puedes confiar en mí.
_Es imposible, ni yo lo creo aún. Es por los rostros, esos malditos rostros.
_Yo sé la verdad.
_¿La sabes?
_Todos esos rostros de las mujeres, ¿son el tuyo cierto?
_!Nadie me ha creído! Todas dicen ser la propietaria original del rostro, que el destino ha hecho que su rostro esté en cada mujer, ¡pero es mío! Debes creerme, es mío.
_Te creo porque lo sé, yo solía atenderte cada vez que venías a esta biblioteca. ¿Lo recuerdas?
_Si claro, el pequeño. Moreno, si, si, te recuerdo.
_Bueno, tu siempre me pareciste una mujer algo diferente a las demás, por eso me gravé tu rostro, por eso puedo reconocerte ahora.
_No sabes el alivio de que al menos alguien sepa la verdad, es de verdad un infierno mi vida ahora. No he salido a la calle hace semanas, salgo solo lo justo y necesario, no sabes lo horrible que es ver tu rostro en cada mujer, ¡sin saber por qué!
_No sabes cuanto lo siento, en verdad.
_Además el rostro de ese hombre, en todos ahora. Son tan extraños todos estos sucesos, lo más extraño es que el pánico sólo duró un tiempo entre todos, ahora parece de lo más normal que todos sean iguales a todos. Ya no hay diferencias.
_Ese rostro de ese hombre, de verdad es todo extraño, yo tampoco he logrado salir afuera, así que no sé cuales sean las novedades con estos cambios.
_Muchos en verdad. Para resumir muchas parejas se han separado, muchas se han formado. Creo el mundo esta en una ironía singular. Por primera vez al menos la gente no se fija sólo en el físico para encontrar su otra mitad, es algo lindo, pero enervante que sea mi rostro y mi cuerpo el que miles de hombre tocan y besan, poseen…
Además ese rostro de ese hombre.
_¿Qué tiene ese rostro?
_Algo extraño, no podría describir qué me pasa con él, sólo que no confío en su sonrisa, en su belleza perfecta, tiene algo que no me gusta.

Ambos conversaron horas y horas, cuando llegó el anochecer se dieron cuenta de la gran lista de temas que habían tocado, se habían conocido mucho en solo un día. Lucio caballerosamente se ofreció llevarla hasta su casa.
Los días pasaron y pasaron y ambos siguieron frecuentándose, viéndose, cada vez más cercanos y cada vez más unidos.
Con el pasar del tiempo se fueron conociendo medidas extrañas tomadas por el gobierno de la ciudad para proteger a sus ciudadanos de problemas sociales y legales. Pues todos eran iguales, era difícil tener que estar verificando la voz de cada individuo para saber su identidad. Así que partió la medida de que cada ciudadano debía llevar su nombre en una tarjeta en el lado derecho del pecho.
No tardaron todos en darse cuenta de que al morir el rostro original de cada persona y su físico volvían. A algunos no le importaba esto, les daba igual morir y que un rostro hermoso desapareciera para luego surgir otro bello de todas formas. Pero a los ciudadanos que antes no habían gozado de belleza les importaba que la gente viera su horrible rostro después de muertos. Así que muchos contrataron servicios especiales de funerarias donde se les ocultaba el rostro después de difuntos para el velorio, así la gente se daba cuenta al acudir a un velorio si el muerto había sido bello o no antes de la transformación masiva del mundo.
Aunque la sociedad se adaptaba cada vez mejor al cambio, cada vez parecía importar menos el aspecto físico y la gente ya ni se fijaba en los rostros al interactuar con los demás, todos escuchaban atentos las voces de cada ciudadano como si esa fuera la verdadera identidad, junto con lo que decía habitualmente cada voz.
Las personas leían más y más, no siempre cosas que aportaran al intelecto, pero ahora toda la ciudad estaba preocupada de tener temas para conversar, de tratarse con respeto y educación unos con otros, porque dejando de lado su belleza o fealdad de su pasado, ahora todo lo que les quedaba era su voz y lo que podían emitir con esta, algo interesante o algo estúpido.

Lucio y su amada no podían separarse ni de día o de noche, ya el amor se enarbolaba entre ellos.
Cenas románticas, poemas de Lucio para ella, regalos y coqueteos durante meses.
Vino la inevitable unión y se fueron a vivir juntos. Fueron muy felices y Lucio vio como todo iba de acuerdo a su plan, pues el mundo parecía un mejor lugar, todos felices y ya nadie era discriminado. Tal vez sólo por estupidez.
Cuando todo parecía color de rosa vino un cambio, el mundo no pareció soportar la inexistencia de superficialidad y empezó la venta de máscaras, para hombres y mujeres. No máscaras con un rostro humano tan definido, sino más bien formas femeninas o masculinas que ocultaran de buena forma los dos rostros más repetidos del mundo.
Cuando esto se puso de moda Lucio preguntó a su amada si era necesario que él ocupara una máscara, ella respondió que sí y que ella también ocuparía una.
Lucio le dijo que él con gusto ocuparía una máscara, pues sabía el poco agrado que ella sentía por ese rostro masculino que todos tenían, pero que ella por favor no ocupara la máscara. Ese era su rostro verdadero, solo de ella y no tenía por qué ocultarlo, él se había enamorado de ese rostro desde el primero momento en que la vio y no aceptaría que tuviera que esconderlo.
Así Lucio empezó a ocupar una máscara como todo hombre y su amada no.
Los años pasaron y ellos fueron en verdad muy felices, hasta que un día siendo no muy viejo Lucio calló enfermo. Una extraña gripe lo atacaba y parecía que no se salvaría.
Estuvo muchas semanas en cama y su amada no se separó de su lado. Lucio sabía que moriría, su única pregunta era dónde iría a parar su alma. Pues hasta el día de hoy no sabía si había hecho un bien o un mal al mundo con su deseo, no sabía en realidad si Astargoth lograría llevarse su alma.
Ahora poco le importaba en realidad, había disfrutado una vida con su amada, ella lo había logrado querer tal cual era. Su amor había prosperado en un mundo desquiciado que quizás él había desquiciado aún más.

_Lucio, debo confesarte algo, no quiero creer que te vas, que te vas de mí, pero no podría permitir que lo peor pasara sin que lo supieras.
_¿Qué cosa amor mío? Puedes decirme lo que sea.
_Creo que estoy embarazada.

Nuestro protagonista soltó algunas lágrimas bajo su máscara, no podía creerlo. Un hijo, eso nunca estuvo entre sus planes, pero ahora que su fin estaba cerca, una gran pena lo embargaba, pues nunca llegaría a conocer ese hijo.
Ella le pidió que se sacara esa máscara, que quería besarlo una última vez, él le dijo que no, que ya casi era hora de partir y no quería que viera su rostro tal cual era antes.
Pero mi amor dijo ella, si yo vi tu rostro antes de estar contigo, antes del cambio, y nunca me importó nada. Si me hubieras dado la oportunidad de conocerte antes, si me hubieras hablado antes habríamos estado juntos de todas formas, yo nunca fui superficial.
Cuando su amada dijo esto la figura de Astargoth se apareció en el umbral de la puerta, de la habitación donde estaba moribundo Lucio. Éste esbozó su siempre maléfica sonrisa. Es que ni él había podido ver dentro del alma de una mujer tan buena como ella, Astargoth no podía haber sabido que ella lo habría querido tal cual era antes y este final trágico e irónico se le hacía perfecto a Astargoth después de tantos años en espera.
Prométeme que cuidarás a nuestro hijo, que lo amarás a pesar de todo igual. Bobo decía ella, eres un bobo, nuestro hijo ha sido fruto del más puro amor, no podría salir mal, y aunque así lo fuera conmigo nunca sabría que el mundo piensa mal de él. Y con todo, de qué hablas, debería salir predestinado a tener el mismo rostro que todos los hombres, ¿cierto?
Eso creo dijo mirando hacia abajo Lucio, pues sabía que al morir el hechizo se desvanecería, quizás su amada sospecharía la verdad, sólo esperaba que su hijo fuera en verdad fruto del más puro amor, esperaba que su amada lo perdonara y esperaba que Astargoth ahí tan sonriente en la puerta no pudiera llevarse su alma.
Con estas preocupaciones Lucio murió bajo la máscara donde ocultaba el rostro que odiaba.
Su amada retiró la mascara y beso en los labios a Lucio diciendo; “Te hubiera amado de cualquier forma y amaré a nuestro hijo sea como sea, ¿pero sabes qué? Nada puede salir mal con él, pues después de todo, creo siempre te amé”
Ella se sobó el estómago y se quedó largamente sentada junto al cuerpo de su difunto esposo, a quien tanto había amado. Y a quien no le había visto el verdadero rostro en tantos años.

Astargoth: ¿Que si tengo algo más que agregar a esta historia? No diré si finalmente pude
Llevarme el alma de este pobre hombre, creo debe quedar a la imaginación de cada uno de ustedes y juzgar si hizo bien o no Lucio con su deseo. La decisión está en ustedes.

4 comentarios:

Pea dijo...

Yo no sabria para donde tendria que ir ... porque en realidad a pesar de que lo pidiera para todos, sabemos que en realidad era para él ... pero ¿acaso está mal tratar de ser feliz una?.
La glandula subjetiva me funciona muy poco, asi que en realidad yo no se para donde va esto, pero me gustó bastante, siempre he querido igualdad ... pero un amigo me dijo que la igualdad de condiciones esta bien mietras haya un reconocimientos por las diferencias exclusivas de cada persona.
:D

AIDNP dijo...

mmm...
es complicado.
yo creo que se fue al infierno con astargoth, porque a pesar de que el deseo estuviera bien formulado, daño a personas y no fue un paraíso para él, porque de cierta forma la mujer estabab predestinada para Lucio.
SAludos!

Anónimo dijo...

me gustaria seber que escondes detras de este relato

wings_for_marie dijo...

sobre mi nada, pero quizas algo que me molesta del mundo en general, quizas de mi actitud tambien, a veces no puedo evitar ser superficial tambien.
aunque lo detesto